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Una esquirla en la cabeza
Sergey Baksheev


Es una novela policial y fantástica. Unos eventos misteriosos suceden en la estepa centro asiática. El piloto de un avión caza militar ve gente y ejércitos mongoles en el pasado. Frente a los ojos de unos estudiantes desaparece un profesor. Un preso convicto se escapa de su custodia en un tren y toma rehenes. Un buscador de tesoros cree lo que ve en un mapa antiguo… El estudiante Tikhon Zakolov sospecha que todos estos acontecimientos están relacionados con una antigua leyenda.





Una esquirla en la cabeza



Sergey Baksheev



© Sergey Baksheev, 2020



ISBNВ 978-5-4498-5788-0

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Sergey Baksheev

UNA ESQUIRLA EN LA CABEZA


Traductor: Oscar Zambrano Olivo




PREFACIO





ExposiciГіn en el Museo BritГЎnico


En la exposiciГіn china del Museo BritГЎnico, en el centro de la sala, detrГЎs de un vidrio grueso, se puede ver una estatuilla de una camella no comГєn. La lana en sus jorobas es blanca, su mirada estГЎ dirigida hacia arriba y su hocico expresa una mueca de dolor.

ВїQue hace una simple escultura entre una gran colecciГіn de antiguas obras de arte?

Usted no va aВ escuchar una respuesta clara aВ esa pregunta.

Como yo mostrГ© cierta insistencia, me asignaron un antiguo empleado del museo el cual estaba jubilado desde hacГ­a tiempo. El recordaba que, relacionada con la camella de jorobas blancas, habГ­a una asombrosa leyenda, pero era difГ­cil explicar de quГ© se trataba.

– Parece que se llama Shikha. – Para terminar, el viejo dijo, inseguro, – y dicen que todavía está viva. —

Y asГ­, me pareciГі que ya habГ­a escuchado la historia de esta camella. Hasta hoy uno se puede encontrar con la camella y ella puede cambiarte tu vida de una manera mГЎgica.

Sin embargo, es mejor antes, leer este libro. En Г©l, yo revelo el secreto, el cual pocos saben.



CAPITULOВ 1

Un suceso que no se puede contar



Regresando desde el aerГіdromo, el piloto militar Vasily Timofeev venГ­a sumido en una gran confusiГіn. ВїQuГ© le pasГі durante el vuelo? Ese incidente tГ©cnico tan extraГ±o no estГЎ descrito en ningГєn libro de estudios. ВїQue vio en la estepa?

ВЎFue una diablura!, simplemente.

Como lo pongas. Resulta que Г©l vio en el pasado, cuando no habГ­a ni lГ­neas de trenes, ni carreteras para automГіviles en la estepa, un ejГ©rcito enorme de guerreros medievales. ВЎEn el pasado! No encontraba otra explicaciГіn.

ВЎPero eso no podГ­aВ ser!

ВїUn pozo con objetos valiosos? ВїPersonas asustadas con vestiduras antiguas? Con pГЎnico observaron el moderno aviГіn de caza. ВЎY la extraГ±a camella con las jorobas blancas! ВїQuiГ©nes son? ВїDe dГіnde vienen?

Los grandes y perspicaces ojos de la camella se incrustaron en la memoria del coronel. En el Гєltimo segundo, antes de la salvaciГіn milagrosa, Г©l estaba mirando las grandes pestaГ±as de la camella y no los instrumentes de vuelo. Y el aviГіn, volando sin ruido sobre la estepa y listo para estrellarse en cualquier momento, de repente, despertГі y reaccionГі.

ВїComo explicarВ eso?

El coronel comprendiГі, en seguida, que no podГ­a contar nada de lo sucedido. ВЎEn ningГєn caso! Si lo contaba totalmente de manera honesta, lo iban aВ tomar por loco.

ВїQuГ© hacer? ВїCon quien consultarlo?

Las ideas se le enredaron y la cabeza le empezГі aВ doler.

Y pensar que una hora antes, en la vida del coronel de las fuerzas aГ©reas Vasily Timofeev, todo era claro y cuotidiano.



CAPITULOВ 2

El MIG-25



El auto “UAZ”[1 - Nota del traductor: UAZ – Fábrica de automóviles de Ulianovsk, Rusia, por sus siglas en ruso.] color kaki del ejército no se había detenido completamente cuando el comandante de la escuadrilla de cazas MIG-25 supersónicos saltó del carro. Los escalones del punto de guardia resonaron por las pisadas de los tacones de los botines militares.

– ¡Se le saluda, camarada coronel! – apenas alcanzó a levantarse el oficial de guardia, el teniente superior Epifanov.

– Saludos, Slav. – respondió, con una sonrisa, Timofeev.

Por el tono alegre, Epifanov comprendiГі que la visita inesperada del coronel no se debГ­a aВ complicaciones imprevistas oВ revisiones no planificadas. Los chispeantes ojos del comandante mostraban una exuberante energГ­a que lo hacГ­an hiperactivo. Epifanov adivinГі con lo que eso estaba relacionado y que seguГ­a despuГ©s.

– ¿Lo puedo felicitar, camarada coronel? – le preguntó con malicia sobre algo que ya sabía todo el escuadrón.

– A mí no, ¡a mi hija! – La frívola esa, ya nos trajo un nieto. Hoy le dieron de alta en el hospital. ¿Y yo que? Me hicieron abuelo. Treinta y seis años, y ¡ya abuelo! Así son las cosas… —

Vasily, otra vez, se asombrГі sinceramente por esa novedad. Pensar en eso: ВЎabuelo! Aunque, por otro lado, con la que serГ­a su esposa, Liuba, tambiГ©n resultГі de esa manera. AВ lo militar, ataque inesperado, sin estudios logГ­sticos y sin esperas.

En aquel entonces, primavera del aГ±o 60, Г©l estudiaba en el primer aГ±o del antiguo instituto de aviaciГіn militar de Saratov. Liuba terminaba el bachillerato. La naturaleza alborotГЎndose, la embriaguez del olor de la sirena floreciente, la faja de algodГіn en el delgado talle, los labios carnosos mojados en el helado de vainilla, la curiosidad en los ojos virginales y, como resultado: el aturdimiento del estallido del amor. Como la explosiГіn de una granada en los primeros ejercicios nocturnos. Y despuГ©s, el ardor juvenil y la imprudencia completaron el asunto.

Eran tontos y sin experiencia. Se emborracharon sin licor, solo tocГЎndose uno aВ otro. Puntas de los dedos por la espina dorsal, temblor, el cuerpo curvado, los labios dulces y la respiraciГіn toma un cГЎlido deleite. Y era la primera vez de ambos. Y, el resultado natural: el nacimiento de la hija.

En aquel entonces Vasily era incapaz de valorar y pensar claramente acerca de eso. Todo pasaba de manera superficial, como si no pasara con Г©l, como si estuviera en el cine. Se oscurece todo, sufres con los actores, pero ahorita se apaga la pantalla, prenden la luz, te levantas y sales. Y se te olvida todo.

No, la vida no es el cine. En ella, como comprendiГі despuГ©s, su infancia habГ­a terminado y empezaba la vida de adulto. Efectivamente, la niГ±ez no estГЎ relacionada con la edad. Se termina cuando comienzas aВ resolver tus propios problemas y eres un adulto cuando empiezas aВ preocuparte por otras personas. Para Vasily, las dos cosas sucedieron al mismo tiempo.

La boda la hicieron cuando la esposa tenГ­a el vientre tan inflado que parecГ­a que iba aВ explotar en cualquier momento. Pero Vasily se salvГі de eso. La piel de la, alguna vez, muchacha elegante, se le estirГі tanto que el ombligo, que antes era una suave depresiГіn, ahora parecГ­a un botГіn que estaba aВ punto de saltar. Y es que daba como miedo observar ese globo creciente en la barriga. ВЎY es que era tan extraГ±o! Mirabas desde atrГЎs, y hasta el talle se le veГ­a. Mirabas desde el frente, sobre todo de lejos y te parecГ­a que la muchacha no podГ­a caminar: el rostro se le adelgazГі, las clavГ­culas le sobresalГ­an y la ropa no le quedaba ajustada sino colgando como una cortina. Y si la mirabas de lado ВЎera una pesadilla! ВїComo pueden las mujeres cargarВ eso?

– Comunícate con los mecánicos, que me alisten mi avión, mientras me cambio. – Timofeev ordenó, mientras lanzaba la bufanda en el armario.

– Enseguida camarada coronel. – respondió Epifanov sonriente.

La tensiГіn que surgiГі con la inesperada apariciГіn del comandante, se desvaneciГі. Estaba contento porque adivinГі el estado de ГЎnimo del coronel y supuso que el jefe ardГ­a en deseos de rasgar el cielo tranquilo con la poderosa mГЎquina.

– Que escribo en el diario? – respetuosamente preguntó el teniente mayor.

– Bueno… lo usual. Vuelo de entrenamiento, prueba del motor a diferentes velocidades y alturas… y etc. ¿Qué? ¿Tengo que enseñarte? —

Si los pilotos del escuadrГіn debГ­an volar segГєn el plan de vuelo, el comandante, algunas veces, podГ­a permitirse salir para satisfacciГіn propia. Ese estado de ГЎnimo no era frecuente en Г©l. Y entonces el llevaba al pajarito plateado mГЎs allГЎ de las velocidades y alturas lГ­mites. Los especialistas, en tierra, comentaban sobre la temeridad del experimentado aviador.

– El avión está listo, camarada coronel! – se reportó Epifanov, cuando, pasados diez minutos, el comandante apareció vestido con un traje de alta compensación.

El coronel traГ­a en la mano el famoso casco hermГ©tico con el dibujo de un gavilГЎn. El ave, con plumaje encendido, aunque mostraba el pico amenazador, tenГ­a la mirada tranquila y decidida. Ese dibujo en ese uniforme tan serio solo se lo podГ­a permitir el respetado comandante.

– Avisa a la torre de control. – gritó Timofeev y, sin apurarse, subió al carro que lo esperaba. Se sentó teniendo cuidado con las mangueras neumáticas del traje. En dos minutos llegó al avión. El grupo de mecánicos de guardia ya había terminado con la preparación del caza.

– Todo listo, camarada coronel. – Cuadrándose y sonriendo, le dijo el jefe de grupo.

– Gracias, Egorich. – De manera amistosa, Vasily Timofeev saludó al antiguo técnico, cuidadosamente se colocó el casco hermético y subió por la escalerilla a la cabina conocida. El avión estaba inundado por el implacable sol de Kazajstan.

El Гєltimo dГ­a de agosto de 1978В se acercaba aВ la puesta del sol y todavГ­a los rayos luminosos alcanzaban aВ calentar todos los rincones de la estrecha cabina.

El coronel cerró los ojos para aspirar con deleite los conocidos olores de la formidable máquina y dijo, mentalmente, “no me falles, linda”, y recordó los besos juveniles con Liuba en los días lluviosos de mayo en el parque de Saratov. En la espalda sentía el ajustado agarre de la silla eyectable y en la boca sentía, como si fuera ahora, los húmedos labios de la joven. Eso era su ritual propio de despegue de la tierra, una oración que el repetía invariablemente desde 1970, tiempos de luchas desesperadas en el cielo de Egipto.

DespuГ©s cerrГі la cabina y se acomodГі en la silla. Con movimientos acostumbrados se sujetГі la mГЎscara de oxГ­geno. El coronel probГі la correcta mezcla para respirar y se comunicГі con la torre de control. El laringГіfono funcionГі normalmente y la comunicaciГіn era estable.

Vasily comprobó las lecturas de los instrumentos de medición y le dio al encendido. Los auriculares contra ruidos apagaron correctamente el atronador rugido de los motores a reacción, pero la potencia creciente se sentía en todo el cuerpo: desde las puntas de los dedos en el timón hasta las nalgas en el asiento. “Adelante”, se dio a sí mismo la orden Vasily Timofeev.

El aviГіn hizo la aceleraciГіn necesaria y suavemente se despegГі de la tierra.

Rápidamente, Vasily tomó altitud y con la sobrecarga añadida el cuerpo se apretó contra el asiento. Al coronel le gustaban estas sensaciones. El sentía la unión del cuerpo entrenado con la obediente máquina de guerra y la sobrecarga confirmaba palpablemente la potencia de ambos. Vasily dio una vuelta y pasó entre la famosa plazoleta de arranque “de Gagarin”, del cosmódromo y la ciudad de Leninsk. En el borde de la ciudad se veía el instituto donde estudiaba su hija Liuba.

Apenas arrancaba su vida familiar, inestable y llena de preocupaciones, naciГі la niГ±a y no hubo tiempo para pensar en el nombre. Entonces le pusieron como aВ su esposa: Liuba.

Y ahora Vasily recordaba, que este aГ±o anterior la hija habГ­a ingresado al instituto de aviaciГіn y quГ© durante los exГЎmenes de admisiГіn, varias muchachas fueron, misteriosamente, estranguladas. Y Vasily entonces, quien muchas veces habГ­a arriesgado su propia vida, se daba cuenta, con un sentido de alarma desagradable, quГ© en un dГ­a normal y tranquilo, podГ­a perder su Гєnica hija.

Esa idea la tenГ­a clavada como una espina afilada. Por eso, cuando, seis meses despuГ©s, la hija, avergonzada, informГі que estaba embarazada, Vasily inclusive se alegrГі. Ahora su pequeГ±a familia crecerГ­a. Y como podrГ­a reprochГЎrsele algo aВ la hija amada, si ella prГЎcticamente habГ­a repetido el destino de la madre.

Afortunadamente no hubo la amenaza de un hijo sin padre. La feliz Liuba presentó a sus padres a Anatoli Kolesnikov. El muchacho estudiaba en el curso superior en el mismo instituto. La inminente boda Anatoli la tomó sin entusiasmo, pero con sangre fría masculina: “Si hay que hacerlo, pues lo hacemos”.

DespuГ©s de la ceremonia el muchacho se mudГі aВ casa de ellos. Junto con la maletica con su ropa, se trajo un montГіn de libros raros; es decir, era muy difГ­cil de encontrarlos en las librerГ­as. Entre los libros habГ­a muchos iguales y absolutamente nuevos. Anatoli explicaba con mucho entusiasmo que el vendГ­a libros viejos y de poco valor y aВ conocidos. Y todo el tiempo estaba cambiando, vendiendo y comprГЎndolos.

Vasily se preguntaba cuanto tiempo y energía gastaba su yerno en esas labores sin sentido. ¿Que era eso? Un entusiasmo inocente de un coleccionista o el yerno era un acaparador y se hacía pasar por un honesto “negociante”.

Timofeev quería pensar bien del yerno. El veía que no simplemente organizaba los libros en los estantes, sino que continuamente estaba leyendo. Este hecho era suficiente para la tranquilidad de espíritu del coronel. Aunque, es necesario reconocerlo, el yerno siempre tenía dinero en el bolsillo. Y no de la beca. Pero… ¿acaso unos rublos de más molestan a una familia joven?

En el verano, Anatoli se fue aВ casa de sus padres por dos meses. Liuba se quedГі en casa. Todos estuvieron de acuerdo en que, con su embarazo avanzado, no anduviera montada en trenes. La semana anterior, el yerno habГ­a regresado, trayendo dos pacas grandes de jeans americanos.

Lo menos que se puede decir es que esto no le gustó al coronel de la aviación. Los jeans son una cosa que solamente se puede comprar en los almacenes “Beriozka”, en divisas o en dinero especial. Después de servicio en el extranjero Vasily Timofeev recibió unos tickets con los cuales podía ir a Moscú, a esos almacenes cerrados para la gente común. ¿Como podía conseguir jeans un estudiante, y en tal cantidad? Pero el yerno explicó que unos conocidos que trabajan en el extranjero, le dieron los jeans para que los vendiera. En el instituto, en los vendería rápido entre sus compañeros, regresaría el dinero y, con la ganancia, que debería ser buena, compraría lo necesario para el futuro bebé.

Ese mercantilismo el coronel no lo veГ­a bien. El mismo podГ­a comprar todo para el nieto oВ nieta, y los estudiantes no debГ­an meterse aВ buhoneros, sino araГ±ar la dura ciencia, para convertirse en buenos especialistas. Pero la esposa y la hija, inesperadamente, se pusieron del lado de Anatoli. La hija anhelaba ponerse esos pantalones importados, pero miraba resignada su creciente vientre. Al final separГі dos jeans y le pidiГі aВ Anatoli que no los vendiera y que esperara hasta el parto.

Pero todo eso era una simple tonterГ­a, pensaba Vasily Timofeev, cerrando el siguiente viraje sobre la estepa desierta. Lo importante era que la hija pariera un bebГ© sano y sinceramente amara aВ su esposo.

Liuba esperaba aВ Anatoli con tanta intensidad, y cuando llegГі, se lanzГі aВ abrazarlo con tal ardor que Timofeev sintiГі celos paternales. Que se puede hacer, la hija creciГі y el amor hacia los padres dio paso, en su corazГіn, al amor aВ un hombre extraГ±o.

Para la vez siguiente, el nuevo abuelo ya se habГ­a tranquilizado. AdemГЎs, era claro que Anatoli, hacia ella, no era indiferente. Aunque, algunas veces, en su mirada, brillaba algo perruno; pero se puede entender al muchacho. Por algГєn tiempo, Liuba estaba fuera del juego.

El coronel virГі el aviГіn directamente hacia el sol poniente, bajГі hacia sus ojos la esfera filtro y se lanzГі, con ardor infantil, hacia las estrellas salientes. Se dirigiГі hacia la esfera pГєrpura como si fuera un objetivo.

Cuando, hacГ­a cinco dГ­as, Liuba habГ­a dado aВ luz un bebГ© sano, Vasily habГ­a celebrado, como se debe, con la esposa y el yerno. Pero euforia y Г©xtasis espiritual no sintiГі. La hija y el nieto todavГ­a estaban en la maternidad y ellos tres estaban sentados en la cocina tomando vino y cognac, como se acostumbra en tales celebraciones. La conversaciГіn se centraba en el nombre del niГ±o.

Pero hoy, por fin, cuando trajeron al pequeГ±Г­n aВ la casa y el coronel, con cuidado, cargГі el frГЎgil cuerpecito en sus brazos inseguros y mirГі su nariz respingadita y sus cacheticos hinchaditos y los ojitos hГєmedos del pequeГ±o milagro y oliГі el olvidado olor de un bebГ©, algo dentro de Г©l se estremeciГі. Esos inesperados temblores internos rompieron la entumecida cГЎscara del alma y liberaron una exuberante sensaciГіn. Como si una placa teutГіnica se hubiera desplazado bajo un volcГЎn y se hubiera liberado toda la energГ­a contenida bajo ella. Vasily disfrutГі esa erupciГіn del alma, y no se contuvo.

En alguna pelГ­cula el coronel habГ­a visto como el hГ©roe, en una explosiГіn de Г©xtasis, conducГ­a, aВ toda mГЎquina, su carro deportivo y levantaba agua de los pequeГ±os charcos y una nube de hojas. Pero, gran cosa un automГіvil, inclusive deportivo, en comparaciГіn al caza mГЎs veloz del mundo Vasily se sintiГі como la punta de la flecha, la cual aВ toda velocidad corta el espacio, y estГЎ sujeta aВ su mГ­nima voluntad.

El coronel remontГі el vuelo de nuevo, se recargГі hacia un ala y cayГі en barrena, pero de nuevo tomГі altitud jugando con la obediente mГЎquina.

El día del nacimiento del nieto, Vasily bromeaba. “Ahora tengo que dormir con una abuela”. Pero en la siguiente vuelta, como un muchacho pensó: “Cuales abuelos! Ahora le mostraremos a la hija que todavía podemos hacer muchachos. Mi esposa todavía está en su jugo. ¿Por qué no lo pensamos antes?” Se imaginó, con alegría, dos niños gateando en su apartamento. “Ivancito tendría con quien jugar”. Así, imaginariamente, bautizó al recién nacido, como si toda la familia ya estuviera de acuerdo con él.

VirГі el aviГіn hacia el este, y mientras lo llevaba en lГ­nea recta, de repente se preguntГі, si Г©l, Vasily Timofeev, habГ­a sido exitoso en su vida. Г‰l pudo, como algunos de sus colegas, intentar convertirse en otro conquistador del Cosmos.

Muchos aГ±os atrГЎs hubo la posibilidad real de aplicar para cosmonauta. Mucho tiempo lo pensГі, pero se abstuvo. Ahora el veГ­a en quГ© consistГ­a la vida de los candidatos aВ cosmonautas. Una laboriosa preparaciГіn de muchos aГ±os, bajo un control estricto. Y entonces, si tienes mucha suerte, un vuelo al Cosmos, una gloria rГЎpida y honores oficiales. DespuГ©s, de nuevo, aГ±os de espera y preparaciГіn.

Algunos candidatos no soportaron el continuo stress y se “quebraron”. Los sacaron del plan y se perdieron. Una rigurosa comisión médica podía encontrar detalles microscópicos en la salud de algún candidato, ya en la admisión, y había que decir adiós, inclusive, a la amada aviación. Le daban de alta del ejército enseguida y completamente.

No, eso no era para su naturaleza inquieta. HacГ­a muchos aГ±os y por milГ©sima vez, Vasily habГ­a sacado esa conclusiГіn. Era mucho mejor su prГЎctica diaria como aviador militar que esas clases teГіricas infinitas y esperar aВ ver si te sonreГ­a la fortuna.

El coronel no se quejaba de nada. AВ los treinta y seis aГ±os, Г©l habГ­a pasado bastante trabajo, pero habГ­a tenido muchos Г©xitos. Claro, algunos de los aviadores se habГ­an convertido en pilotos de prueba y por ese riesgo constante habГ­an recibido sus estrellas de hГ©roes. Pero esos eran pocos. Ahora todo se centraba en las pruebas del nuevo aviГіn caza secreto: el MIG-29. DecГ­an que era una mГЎquina liviana supermaniobrable, con posibilidades formidables. Bueno, tarde aВ oВ temprano estarГ­a lista para usarla de manera regular y el coronel, sin falta, la pilotarГ­a. Y ahora, Г©l estaba en la cabina del aviГіn mГЎs rГЎpido del mundo y el cual, puede subir aВ tales alturas desde las cuales, como desde el Cosmos, se ve que la Tierra es redonda.

Vasily Timofeev, bruscamente, aumentó la potencia del avión y comenzó a subirlo. La línea del horizonte desapareció y ante sus ojos sólo estaba la profundidad del cielo. El altímetro pasó por la marca de los 15000 metros, después por la de los 20000, después por la de los 25000, pero el coronel continuó hacia arriba. El dirigía por los cambios de velocidad de los “veinticinco” y sabía sus posibilidades. Pasando la altura de los 32000 metros, el coronel, por unos segundos, niveló la máquina y miró hacia abajo. “Mira nuestro planeta, cubierto con una delgada capa azul de atmósfera”. Ni el “Phantom”, el avión americano, exageradamente alabado, y ni siquiera, el MIG-29, llegaría hasta aquí. ¡Y que velocidades alcanza su máquina! ¿A esta altura la velocidad se nota poco, y si lo lanzamos a la Tierra? El coronel dirigió la máquina a un brusco descenso bajo un gran ángulo de ataque. Esa era su manera preferida de caer en picada, y aunque eso parecía irracional, él controlaba, con seguridad, su máquina de guerra. Iba como un meteorito, cortando la densa atmósfera. No, la atmósfera frena los meteoritos, pero el avión, gracias a sus dos poderosos motores, más bien, aumentaba su velocidad.

Timofeev sintió una enorme e incomparable excitación, la cual crecía junto con el aumento de la velocidad en los indicadores y el acercamiento a la superficie terrestre. El altímetro disminuía los miles de metros rápidamente y la velocidad aumentaba…

El aviГіn, repentinamente, entrГі en la zona de nubes. La Tierra, hasta hacГ­a algunos instantes se apreciaba claramente, y ahora, de golpe estaba tapada por una blanca nube. El coronel contaba con que, rГЎpidamente, atravesarГ­a la capa blanca, pero pasaron segundos, y aquella no se disipaba.

MirГі los instrumentos, los instantes se estiraban infinitamente. Inclusive le pareciГі que el cronГіmetro se detenГ­a, pero el altГ­metro definitivamente bajaba las cifras. La tierra se acercaba. Ya era tiempo de sacar la mГЎquina de la caГ­da en picada, pero el coronel seguГ­a esperando la apariciГіn de una visual tras los vidrios de la cabina.



CAPITULOВ 3

Un asunto viejo



El jefe de la policГ­a de la ciudad, el mayor Viktor Petrovich Petelin mirГі hacia la ventana. El aviГіn caza vuela, no tan lejos, y se oye el ruido que hace.

– Salieron los guerreros! Casi sobre la ciudad. Y sin querer piensa: – Se podrían romper los vidrios. —

El mayor estaba sentado en su oficina y, nerviosamente, masticaba un palillo de fósforo, llevándolo de una comisura a la otra. En 1975, en los tiempos del programa cósmico conjunto “Soyuz-Apolo”, un periodista de la televisión norteamericana, le había regalado un paquete de goma de mascar. El paquetico “Rigley” consistía de cinco láminas, cada una dividida en tres partes, lo cual permitió repartirla entre los miembros de la familia. Y al mayor le quedó la costumbre indestructible de tratar de mover la mandíbula inferior. Como el “chicle” no se conseguía en los almacenes soviéticos, el mayor de la milicia tuvo que contentarse con los comunes palitos de fósforo. Los restos de los palitos mascados, junto con las colillas de cigarrillos, generalmente llenaban el cenicero que había en la mesa de trabajo.

Hoy habГ­a llegado, aВ esa delegaciГіn, un memorГЎndum donde se ordenaba preparar, inmediatamente, un informe sobre todos los delitos no resueltos. ВїQue serГЎ eso? Se preguntaba el mayor. ВїSerГ­a para castigarlo? El pueblo crecГ­a, la responsabilidad tambiГ©n. Ahora habГ­a que reunir un material para una presentaciГіn.

AВ la oficina entrГі el teniente Martynov, al cual Petelin le habГ­a ordenado preparar la respuesta.

– Camarada mayor! Hay un asunto viejo de dos años. La desaparición de un profesor del instituto, de nombre Simion Mikhailovich Bortko. – Martynov le mostró una carpeta delgada.

– Lo recuerdo. – El mayor, irritado, escupió un palillo. – Desapareció en el medio de la estepa bajo los ojos de testigos. Sin dejar huellas. Y nunca hallaron el cuerpo. —

– El ciudadano Bortko tampoco ha aparecido con vida. Y ya pasaron dos años.

– ¿Y entonces? ¡No hay difunto, no hay asunto! Y a toda la unión nosotros informamos de eso, ¿no? —

– Sí. Tres días después de la desaparición. —

– Bueno. Ahora no es asunto nuestro. Hicimos todo lo que debíamos. Mete toda la información en un resumen general. Que vean que no escondemos nada. —

Andrei Martynov se despidiГі del jefe y repasГі de nuevo el asunto Bortko. El recordaba este caso absolutamente improbable. Esta persona habГ­a desaparecido, en el transcurso de minutos, bajo la mirada de decenas de estudiantes. Todas las acciones de bГєsqueda fracasaron. Y ni siquiera con un perro bien entrenado.

Martynov se puso pensativo.

Un profesor del instituto. El crimen mГЎs sonado en su corta experiencia, el asesinato de las muchachas estudiantes el aГ±o anterior, tambiГ©n relacionado con el instituto.

La desapariciГіn de una persona. Y en aquel caso, las muchachas, primero desaparecieron y despuГ©s hallaron sus cuerpos. AВ propГіsito, quiГ©n hallГі el cadГЎver fue el estudiante de la cicatriz, Tikhon Zakolov.

No, Г©l todavГ­a no era estudiante, Г©l iba aВ ingresar al instituto. Y la cicatriz la obtuvo despuГ©s. Por curiosidad, ВїtodavГ­a tendrГЎ el instinto para descubrir los asesinatos misteriosos?

Aunque en los dos Гєltimos anos Zakolov no apareciГі por el pueblo. Y todavГ­a no hay pruebas de que el ciudadano Bortko estГ© muerto.

AВ regaГ±adientes, el policГ­a cerrГі la carpeta y la colocГі en el archivador aВ prueba de fuego.

Un asunto viejo. Su lugar es el estante.



CAPITULOВ 4

La camella de jorobas blancas



El MIG-25В cortaba la densa niebla y se acercaba peligrosamente aВ la tierra. Timofeev, tenso, seguГ­a la lectura de sus dispositivos.

Esta nube no puede ser tan grande, antes de salir, el cielo estaba completamente claro.

Cuando llegГі aВ la altura crГ­tica, el coronel colocГі la mГЎquina en vuelo horizontal. Por un instante, por la sobrecarga producida, la vista se obscureciГі y, enseguida, se oyГі un suave clic como si hubieran conectado una palanca desconocida aВ los auriculares y, de pronto, fuera de la cabina se aclarГі todo.

El aviГіn volaba muy bajo sobre la desierta estepa. AВ la izquierda culebreaba el rГ­o, y adelante, en el horizonte, se metГ­a el sol rojizo. En la tierra se distinguГ­an los pocos arbustos de ramas peladas y al coronel le pareciГі que volaba muy lentamente, como si fuera en bicicleta.

Los instrumentos mostraban una enorme velocidad, pero Vasily Timofeev no sabГ­a aВ quiГ©n creer, si aВ los aparatos oВ aВ sus ojos.

Inesperadamente, adelante apareciГі una nube de polvo. Ella se extendГ­a sobre la tierra como humo de una fogata enorme, impulsado por un fuerte viento. El coronel, con asombro, observГі que el polvo era levantado por innumerables columnas de personas que iban caminando aВ lo largo del rГ­o en la misma direcciГіn que el aviГіn. Este los alcanzГі.

Desde el principio vio que eran caminantes con altos arcos y carcajes de flechas aВ la espalda. AВ su lado arrastraban grandes carros cargados. DespuГ©s iban jinetes sobre camellos con largas lanzas y cascos puntiagudos y muy adornados sobre sus cabezas. TambiГ©n iban jinetes sobre caballos, armados con sables y escudos. Todos ellos era un ejГ©rcito antiguo de varios miles de soldados.

Al principio, el coronel pensГі que estaban rodando una pelГ­cula histГіrica. ВїPero como pudieron los productores, reunir tal masa de gente vestida en esa ropa antigua? Decenas de miles de personas extendidas aВ lo largo de kilГіmetros. Estaban vestidos de vistosos uniformes y llevaban armaduras guerreras.

El aviГіn pasГі por encima de la muchedumbre y adelante se extendГ­a de nuevo la acostumbrada estepa desierta.

El coronel estaba profundamente perplejo. Todo lo que vio, parecГ­a absolutamente real, pero de ninguna manera se relacionaba con lo que debГ­a verse, en estos sitios, bajo las alas de un aviГіn. Por todos los datos que mostraban los instrumentos el volaba hacia el noroeste aВ lo largo del rГ­o Sir Daria, en direcciГіn del aerГіdromo. Pero aВ los bordes del rГ­o no estaban ni la lГ­nea del tren ni la vГ­a para automГіviles. ВїDГіnde estaba todo? Y el rГ­o tampoco se veГ­a igual. Se veГ­a mГЎs ancho, y los meandros menos acentuados.

TodavГ­a no salГ­a de su confusiГіn cuando vio, en el suelo, justo enfrente de Г©l, aВ dos hombres, vestidos aВ la manera centroasiГЎtica, con turbantes y largas batas. Los hombres estaban de pie, al lado de un pozo rectangular con bordes bien delineados. En el pozo habГ­a unos cГЎntaros y sacos. En los cГЎntaros brillaban monedas de oro y adornos. Uno de los hombres los seГ±alaba con el dedo y explicaba algo al otro.

El coronel miraba tan fijamente la escena que, enseguida no se dio cuenta, que el aviГіn flotaba inmovilizado sobre la tierra. Sin creer lo que veГ­a mirГі los instrumentos. Los instrumentos le decГ­an que la mГЎquina de guerra continuaba moviГ©ndose aВ gran velocidad. El coronel no entendiГі que sucedГ­a y llamГі aВ la torre de control. Pero el radio se quedГі mudo, como si hubiera salido completamente del sistema de comunicaciГіn. Por aГ±adidura, el coronel, en absoluto, no oГ­a el ruido de los motores. ВїSe habrГ­a quedado sordo?

Los dos hombres, en la tierra, tambiГ©n notaron el aviГіn. Los morenos y asustados rostros estaban dirigidos hacia arriba. Uno de ellos era bastante mayor que Г©l otro. Su rostro estaba ceГ±ido por una barba bien cortada con un mechГіn de canas en el medio, como si alguien le hubiera pasado una brochita con pintura blanca desde el labio inferior. El otro hombre era joven y de rostro lampiГ±o. Se quedaron inmГіviles y en sus rostros petrificados se leГ­a el pГЎnico.

Junto aВ ellos estaban tres camellos. Dos de ellos dirigГ­an sus hocicos hacia la tierra buscando comida en ese suelo ГЎrido. Pero el tercero y mГЎs grande, con dos jorobas, tenГ­a su cabeza levantada y miraba fijamente al aviГіn. Generalmente los camellos tienen sus ojos semicerrados; Г©ste los tenГ­a, completamente abiertos, pero no reflejaban ni asombro ni miedo. Al coronel le pareciГі que la mirada del camello estaba dirigida directamente aВ la cabina del aviГіn, aВ sus ojos. Esta mirada penetrante incomodГі aВ Vasily Timofeev. Ni siquiera los perros pueden mirar tan profundamente.

El coronel, ya desde Egipto, estaba familiarizado con los camellos y se dio cuenta que, ante Г©l, estaba una camella, que ya hacГ­a tiempo habГ­a pasado sus aГ±os juveniles. Y sus ojos ya decГ­an todo. Esa mirada penetrante, en todos los animales, incluyendo al humano, la tienen sГіlo las hembras inteligentes. Los machos pueden mirar despreciativamente, indiferentemente, frГ­amente, estГєpidamente, servilmente, agresivamente, amorosamente; casi como quiera, pero la mirada penetrante de un ser femenino, el macho no la puede tener.

Un detalle mГЎs sorprendГ­a al coronel: las dos jorobas de la camella pelirroja eran muy blancas, ВЎcomo si fueran canosas! Ellas brillaban como nieve fresca en una helada maГ±ana de sol radiante. Г‰l nunca habГ­a visto un camello comoВ ese.

El piloto Vasily Timofeev, desde la cabina del avión, miraba, como hipnotizado, la extraña escena: dos personas, en vestiduras antiguas, al lado de un pozo con oro y muchas cosas de valor y tres camellos… Los dos hombres miraban asustados hacia arriba y solo la brisa movía las puntas de sus batas. En sus ojos se leía un pánico estúpido.

Pero la camella de jorobas blancas tenГ­a una mirada fija y estudiosa.

El coronel volviГі en sГ­ y reconociГі que el aviГіn, silenciosamente, flotaba sobre el lugar, aunque los instrumentos mostraban una gran velocidad. De una manera misteriosa, el aviГіn caza estaba detenido aВ unas decenas de metros de la superficie y Vasily Timofeev entendГ­a que si la mГЎquina se iba contra la tierra y se estrellaba (como lo decГ­an todas las leyes de la fГ­sica), Г©l no podrГ­a hacer nada. Inclusive catapultarse no servirГ­a de nada, el paracaГ­das no tendrГ­a suficiente altura para abrirse.

Un sudor frío recorrió al coronel y sintió como algo húmedo y pegajoso se extendía en su pecho bajo el ajustado traje de piloto. Febrilmente, Vasily aumentó la potencia de los motores tratando de levantar el avión. “Vamos, vamos, no te rindas mi bella”, le pedía a la máquina, y de nuevo miró los ojos bien abiertos de la jorobas blancas.

La mГЎquina de guerra, suavemente empezГі aВ moverse, y, poco aВ poco, tomГі velocidad, dirigiГ©ndose hacia arriba. Pronto, el aviГіn se encontrГі en una formaciГіn neblinosa. Nubes blancas pequeГ±as y grandes pasaban aВ lo largo de los vidrios de la cabina y el coronel se alegrГі al ver que el aviГіn recuperaba la velocidad.

Pronto la mГЎquina saliГі de la zona de nubes y Vasily vio abajo la escena acostumbrada. El rГ­o Sir Daria y aВ su lado, aВ lo largo, la lГ­nea del ferrocarril. Y adelante, en sus orillas, se veГ­an los contornos de la ciudad de Leninsk.

El coronel dio la vuelta y se dirigiГі al sitio donde tuvo la visiГіn. No habГ­a ni gente, ni camellos.

– Cero uno, cero uno, ¿dónde está usted? – Timofeev escuchó en los auriculares la voz preocupada del controlador.

– Me dirijo al aeródromo, lo escucho bien, pido pista. – respondió el coronel.

– La pista está libre, camarada coronel. – le comunicó aliviado el controlador. – Su equipo desapareció de la pantalla por medio minuto. Y sonido tampoco había. ¿A usted le pasó algo? —

– Me… No, revisa esos aparatos. – le respondió grosero el coronel y se calló.

Cuando ya hubo aterrizado sin problemas, Vasily Timofeev se cambió rápido y sin hablar con nadie se fue a su casa. Un sonriente Epifanov se encontró con el rostro severo del coronel, dejó de sonreír y no le dijo nada. Tan pronto el “UAZ” de Timofeev abandonó el aeródromo Epifanov telefoneó al controlador.

– El coronel volvió como muy hosco. ¿Qué le pasó? —

– Llevó el “pajarito” para todos lados. El radar no lo podía seguir. – se rio el controlador.



CAPITULOВ 5

Hassim



El comerciante Hassim hizo su oraciГіn vespertina, aВ la gloria del AltГ­simo, con mayor diligencia y durante mГЎs tiempo que lo acostumbrado, agradeciendo al Todopoderoso AlГЎ porque de nuevo la suerte le sonreГ­a. AquГ­, en la ciudad china de Dunhuang, por fin, tuvo Г©xito. El encontrГі aquello por lo cual habГ­a hecho ese largo y peligroso camino en las estepas del Volga desde la esplendorosa Sarai, capital de la Horda de Oro hasta el mismo centro de China. Y el precio por la mercancГ­a resulto aceptable. Ahora si el Gran Kan Tokhtamysh cumplГ­a su palabra, podrГ­a no solamente resolver su difГ­cil problema, sino ademГЎs recibir una ganancia considerable.

Hassim era del linaje de la famosa y rica ciudad de Urgench y ademГЎs de entregas aВ sus paisanos en Asia Central, durante muchos aГ±os hizo negocios con la todopoderosa Horda de Oro. El conducГ­a caravanas desde Damasco y China, estuvo en la India y, alguna vez llegГі aВ Constantinopla. El conocГ­a bien todos los caminos de caravanas que conducГ­an aВ Sarai, la ciudad de los palacios. Y ademГЎs de comerciar con seda, bronces, especies, perfumes y adornos, frecuentemente cumplГ­a encargos especiales y secretos de los Kanes de La Horda deВ Oro.

Aunque las rutas del Volga y de la seda, en Asia central, eran controladas por la Horda de Oro, los valientes que recorrГ­an esos caminos desГ©rticos y sГіlo buscaban el lucro, eran mГЎs que suficientes. Hassim, por supuesto, tenГ­a su guardia de protecciГіn, pero quien lo salvГі muchas veces fue la relaciГіn personal que tenГ­a con el terrible seГ±or de la Horda de Oro, Mamay. El documento firmado por Mamay le servГ­a de pase para muchos territorios y, con frecuencia, obligaba aВ bandidos temerarios aВ cambiar sus planes de atracarlo.

Pero todo sigue y todo cambia. Las piedras se transforman en arena y la arena se transforma en polvo y aВ Г©ste se lo lleva el viento.

HacГ­a algunos aГ±os el extraordinario general Mamay habГ­a sido derrotado por el prГ­ncipe ruso Dmitriy en alguna parte lejos, en la helada Rusia. El desacreditado Mamay volviГі con su deshonra aВ la Horda, pero el despiadado y ambicioso Tokhtamysh, apoyado por el todopoderoso TamerlГЎn de Samarkanda, lo arruinГі y exiliГі aВ Crimea. Los comandantes medios de los ejГ©rcitos tribales, ahora, no sabГ­an aВ quiГ©n subordinarse.

De cualquier discordia salГ­a, como ola de espuma sucia, una gentuza perversa y vil, preparada para arrebatar lo ajeno. Los caminos cercanos aВ Sarai se hicieron intranquilos y peligrosos. Los bandidos podГ­an, de dГ­a, cobrar peaje, y de noche, robar y asesinar aВ los paseantes.

En aquel tiempo, Hassim y sus pertenencias fueron salvados, varias veces, por el guardia mayor de la caravana, el valiente Shaken. Este era un un sirviente entregado y fiel, quien con los aГ±os se convirtiГі en un amigo y sabio asesor.

Por aГ±adidura aВ estas dificultades, llegГі al poder, en el kanato de Bukhara, el cojo y cruel emir TamerlГЎn. El destruyГі totalmente Urgench, la ciudad natal de Hassim, la cual no quiso someterse. Mucha gente inocente fue decapitada, todos los comerciantes locales fueron robados y asesinados y aВ los obreros y artesanos el emir les ordenГі mudarse aВ Samarkanda, donde Timur estableciГі su capital.

Hassim, en ese momento, perdiГі casi toda su condiciГіn y de no haber sido por el escondite secreto que Г©l habГ­a construido en la estepa hacГ­a varios aГ±os, temiendo por los bandidos de toda calaГ±a y donde habГ­a escondido los dirhames de oro y todas sus cosas de valor, no hubiera podido levantarse de nuevo.

De todas maneras, aВ pesar del riesgo y del continuo transitar de caravanas, el infatigable Hassim no conseguГ­a su buena condiciГіn anterior. Los mejores contratos ahora lo conseguГ­an los comerciantes de Samarkanda. Estos se hicieron muy fuertes y aВ Hassim y sus mercancГ­as le prohibieron la entrada aВ la nueva capital de Asia Central. AВ Г©l solo le quedГі intentar, como siempre, seguir comerciando con la Horda deВ Oro.

Pero la Horda de Oro ya no era lo que fue cuando estaba el poderoso impostor Mamay. El Kan Tokhtamysh que tomГі el poder en Sarai, dos aГ±os despuГ©s de la vergonzosa derrota de Mamay, se vengГі de los prГ­ncipes rusos que no quisieron pagarle gratificaciГіn. AВ fuego y espada atravesГі su tierra y le prendiГі fuego aВ la ciudad rusa mГЎs importante: MoscГє. Eso le dio gloria, pero no le sumГі poder.

Hassim se dio cuenta de que en el kanato no todo estaba tranquilo. Muchos querГ­an ocupar el lugar de Tokhtamysh y urdГ­an intrigas secretas. Pero el mayor peligro para Tokhtamysh era el cruel TamerlГЎn quiГ©n ya habГ­a tomado mucho poder y, en los Гєltimos aГ±os, habГ­a conquistado toda el Asia Central y la India.

La victoria sobre los rusos hizo subir los humos aВ la cabeza de Tokhtamysh e imprudentemente usurpГі territorios de TamerlГЎn. El Emir cojo, quiГ©n en su tiempo, apoyГі aВ Tokhtamysh en su lucha por el trono de Sarai, no podГ­a perdonar esa osadГ­a y, ahora todos, esperaban una guerra dura entre el Gran Kan y el poderoso Emir. Muchos comerciantes trataron de rodear la Horda, previendo, con anticipaciГіn, su caГ­da.

El aГ±o anterior Hassim habГ­a llevado consigo en su caravana, aВ su hijo mayor Rustam. El muchacho ya habГ­a cumplido 17В aГ±os, y ya era tiempo de que el joven se dedicara aВ los asuntos de negocios. En Sarai, adonde llegaron con mercancГ­as desde Damasco, Hassim fue llamado, inesperadamente, por el mismo Tokhtamysh.

Hassim no conocГ­a personalmente al nuevo Kan, y que esperar del encuentro, no sabГ­a. En cualquier momento, el poderoso Kan podГ­a elevar aВ un simple comerciante, pero tambiГ©n podГ­a destruirlo.

Esperando una reverencia acentuada, Tokhtamysh se dirigió al comerciante: -Hassim, yo sé que tú has trabajado muy bien para mis antecesores. En particular ayudaste mucho a Mamay. —

Ante todo, Hassim siempre trabajГі para sГ­ mismo, y ahora tratГі de entender rГЎpidamente que esperar de esa introducciГіn capciosa. De todos era conocido quГ© habiendo tomado el poder, Tokhtamysh habГ­a destruido, sin piedad ninguna, al debilitado Mamay. Y habГ­a asesinado aВ sus mГЎs fieles allegados. ВїSerГ­a que ahora habГ­a decidido encargarse de Hassim? Aunque el nuevo Kan pudo hacer eso mucho antes. No, ahora se trataba de otra cosa, decidiГі el experimentado comerciante y en vez de responder se inclinГі delicadamente.

– Mamay fue mi enemigo. – Dijo Tokhtamysh pensativo y mirando los enormes anillos en sus dedos vulgares. – Pero eso ya es pasado. Él también se preocupó por el bienestar de la Horda e inspiró miedo en nuestros vasallos. —

– Ilustre Kan, yo solo soy un pequeño comerciante. Si el Gran Señor necesita una mercancía, yo trataré de conseguírsela en el menor plazo. – evasivamente respondió Hassim.

– Hay mercancías y mercancías, Hassim. – El Kan lanzó una mirada aguda al rostro inclinado del comerciante. – No cualquier comprador se atreverá a pasar por fronteras peligrosas, aquello que lo puede matar. —

– Para nosotros los comerciantes, todo se mide en dinero. – Hassim, cuidadosamente, levantó los ojos. – El riesgo, también. —

– Buena respuesta. – Tokhtamysh se rió torcidamente, como si fuera a toser. – Tú nos trajiste cuchillos de acero, flechas con buenas puntas y mallas protectoras desde Damasco. Mamay te pagó generosamente por tu riesgo? —

Hassim pensГі cuidadosamente como responder esa pregunta. No era posible alabar aВ Mamay, pero injuriarlo era peligroso. En los Гєltimos tiempos, Tokhtamysh lo llamaba, mГЎs frecuentemente, sabio soldado, capaz de reunificar la Horda dispersa en momentos de disturbios. Para llevar una conversaciГіn sobre eso con el poderoso del mundo, habГ­a que sopesar cada palabra, no en oro, sino en la propia vida.

– Mamay era justo con los comerciantes. Pero la fama sobre vuestra sabiduría y honestidad, ilustre Kan, son conocidas en todo el Oriente, desde Jerusalem hasta China. – respondió Hassim, inclinando visiblemente la cabeza, en signo de respeto.

– En el linaje del divino Gengis Kan todos son sabios e intrépidos! – Tronó Tokhtamysh y paseó su mirada amenazadora sobre todos los presentes como si alguno se atreviera a dudar de esta verdad.

El Kan se levantГі lentamente del gran trono y pensativo se dirigiГі, por el piso de piedra, aВ Hassim y confianzudo lo tomГі por el codo.

– Yo te tengo un asunto importante, Hassim… Cuando tomamos Moscú, los rusos, desde las paredes del Kremlin, nos lanzaron, varias veces, fuego vivo desde un tubo de hierro. —

Tokhtamysh chasqueГі los dedos y dos sirvientes trajeron aВ la habitaciГіn algo largo y cubierto con un tapete. Por lo doblado que venГ­an los sirvientes, se podГ­a juzgar que la carga era pesada. Los hombres colocaron el objeto en la alfombra, le quitaron la cobertura y se alejaron.

Hassim vio un cilindro negro, hecho de hierro grueso. Un grabado rebuscado y fundido adornaba la curiosidad.

Por invitaciГіn del kan, Hassim se acercГі y determinГі que el tubo fue fundido de un solo pedazo de hierro de gran calidad por un maestro artesano y que, no pocas veces, habГ­a visto objetos como ese en paГ­ses lejanos. El adorno no le iba por lo pesado y burdo que era el tubo. Hassim mirГі el interior por la Гєnica abertura que tenГ­a el cilindro y vio lo liso que era por dentro. El otro extremo era mГЎs grueso y estaba cerrado. Solo en la punta se veГ­a en la superficie un pequeГ±o agujero redondo.

– Los rusos lo llaman cañón, y en Europa, lo llaman bombarda. – Explicó Tokhtamysh a un perplejo Hassim cuando este se separó del objeto. – Ese cañón se lo trajeron a los rusos los holandeses o los alemanes. Él se dispara con fuego empujando una piedra pesada o una bola de hierro. La bola vuela con tal fuerza que puede destruir una pared gruesa. A mis tropas les dispararon pequeños fragmentos de hierro. Esos fragmentos atravesaban las defensas metálicas de mis tropas como un cuchillo afilado a un trapo.

Tokhtamysh callГі, ya sea porque recordaba el sitio de MoscГє y sus soldados muertos oВ porque esperaba la reacciГіn de Hassim. Sus ojos se ensombrecieron.

El comerciante todavГ­a no sabГ­a de quГ© se trataba todo eso y prefiriГі callar tambiГ©n. Solo la palma de la mano acariciaba, nerviosamente, su barba bien cortada con un mechГіn de canas en el medio.

– Mi gente le sacó a esos rusos despreciables el secreto del fuego volador. – Despertó Tokhtamysh. – Para que el cañón dispare, se necesita pólvora. ¿Escuchaste hablar de ella, Hassim? —

– Tuve la ocasión. – respondió el comerciante, el cual empezaba a adivinar a donde iba el kan. – Los marinos en los puertos hablan de todo. —

– Necesito pólvora! – tronó Tokhtamysh, considerando seguramente que el momento para una conversación vacía y mundana, estaba agotado. – Tú trabajaste para Mamay cuando yo guerreaba contra él. ¡Ahora me servirás a mí! Tráeme pólvora, y tú conocerás mi generosidad y gratitud. —

– Gran kan, yo no sé dónde conseguir pólvora. En estos lares no hay, y yo no escuché que la vendieran en los bazares. – Hassim dijo suavemente, escogiendo cuidadosamente las palabras. – Yo creo que ese es un asunto complicado y peligroso. —

– Basta! – Tokhtamysh lo interrumpió con aspereza y, en sus ojos rasgados, brilló la ira. – Hassim, tu eres un comerciante inteligente. Tú resolverás ese problema. Yo necesito mucha pólvora, y mejor todavía, necesito la receta para su preparación. Y eso hay que hacerlo rápido, antes de la llegada de la primavera. —

Tokhtamysh frunciГі el ceГ±o y se aislГі en sus pensamientos, como si hubiera olvidado aВ su interlocutor. Esta vez Hassim adivinГі, fГЎcilmente, sus pensamientos. El kan consideraba la fuerza y las enormes ambiciones de Tamerlan. Las tropas de Tamerlan ya penetraban en los dominios de Tokhtamysh. Robaban, asesinaban, tomaban el ganado y sin ningГєn tipo de inconveniente salГ­an otraВ vez.

Estas acometidas servГ­an para probar la capacidad militar de Tokhtamysh. Era evidente que el cruel y codicioso Tamerlan no se limitarГ­a aВ estos pequeГ±os ataques, y que pronto llevarГ­a sus ejГ©rcitos aВ la capital de la Horda de Oro. El cojo emir ya habГ­a acabado con todos sus oponentes en un radio de mil kilГіmetros alrededor de Samarkanda. Era posible que Tokhtamysh ya supiera, por sus espГ­as exploradores, que era su turno.

Ahora era invierno, que no era el mejor momento para grandes movimientos militares. Por eso el kan daba plazo solo hasta la primavera, cuando en la estepa aparece alimento para los innumerables caballos y camellos de sus tropas. Antes, era poco probable que Tamerlan se moviera hacia Sarai.

Por lo visto Tokhtamysh esperaba que la nueva arma, todavГ­a no conocida en Asia, lo ayudara en la guerra contra Timur. Bueno, Г©l no serГ­a el primero, ni el Гєltimo que se adhiriera aВ una esperanza semejante, pensГі Hassim.

– Yo trataré de cumplir su orden, gran kan. – Hassim respondió, lo más educadamente posible.

Г‰l sabГ­a que nunca se puede negar algo directamente al kan. Ahora, lo que deseaba Hassim era abandonar, vivo, el palacio y abandonar, lo mГЎs rГЎpido posible, el peligroso Sarai. Una promesa no es un juramento, pensГі el sabio comerciante. La cumple oВ no, todo serГ­a voluntad deВ AlГЎ.

Aparentemente llegГі la hora de dejarse de esa peligrosa artesanГ­a: conducir caravanas por tierras donde todo el tiempo guerrean. Favorecer al vencedor, hacerse enemigo del otro. Hay que comprarse una tiendita en las afueras de Samarkanda oВ de Bukhara y vivir tranquilo, el resto de los aГ±os, vendiendo telas, bronces oВ alfombras.

Pero el calculador Tokhtamysh tenГ­a otros planes.

– Tú tratas como debes hacerlo. – duramente respondió el kan, apartando sus pensamientos. Y enseguida estiró los labios en una sonrisa significativa, y suavemente, inclinándose hacia el comerciante, le preguntó: – Escuché que esta vez viniste con tu hijo. Como es su nombre? —

– Rustam. —

– Buen nombre. – Tokhtamysh caminó algunos pasos y, de repente, se dio vuelta. – He aquí mi decisión: Hasta tu regreso con la mercancía Rustam se quedará conmigo como huésped. – El kan, de nuevo sonrió, y cambió el tono. – ¿Este es tu único hijo, Hassim? Hay que tener más esposas. ¡Y pasar frecuentes noches con ellas! —

Tokhtamysh se carcajeГі, y eso le produjo una tos de ruido desagradable. Los cortesanos presentes enseguida acompaГ±aron la risa del gobernante.



CAPITULOВ 6

Un dibujo del lugar



Al regreso aВ su casa, el coronel Timofeev se aislГі de los demГЎs. La perplejidad no lo abandonaba. ВїSerГ­a posible que Г©l haya viajado en el tiempo? ВЎUna locura!

Aunque, por otro lado, Г©l habГ­a leГ­do, una vez, que toda una escuadrilla americana habГ­a desaparecido de las pantallas de los radares. Cuando regresaron aВ la base, los pilotos notaron que todos los relojes se habГ­an retrasado treinta minutos, ВЎjusto el tiempo que se habГ­a perdido comunicaciГіn con ellos! En esa ocasiГіn, los pilotos no sintieron ni notaron nada. Volaron sobre el ocГ©ano, y las olas nunca cambian.

Un piloto europeo informГі, que vio la batalla de Waterloo, con sus propios ojos. ВїY cuantos aviones y barcos han desaparecido sin dejar huellas? ВїBasta sГіlo un triГЎngulo de las Bermudas? QuizГЎs ellos tambiГ©n se fueron al pasado y no pudieron retornar.

Las instrucciones dicen quГ© durante un vuelo, si se observa algo incomprensible oВ sospechoso, el piloto debe, inmediatamente, reportarlo. Pero algunos aГ±os atrГЎs, un piloto joven habГ­a comunicado algo similar. Aquellos, quienes lo vieron despuГ©s del aterrizaje, contaban que el muchacho se veГ­a completamente aturdido. Por orden de arriba, durante mucho tiempo, estuvieron llevando al piloto aВ diferentes instancias. DespuГ©s lo enviaron aВ MoscГє, de donde nunca regresГі. DecГ­an que le habГ­an dado de baja y lo habГ­an internado en un psiquiГЎtrico.

Vasily Timofeev recordГі esa historia y, por eso, en el aerГіdromo, aВ nadie dijo nada. Ahora, cuando el choque con lo desconocido quedГі atrГЎs, lo carcomГ­a la sensaciГіn de curiosidad. LlegГі aВ casa y se puso aВ dibujar, cuidadosamente, un dibujo esquemГЎtico del lugar, donde vio aВ dos antiguos vagabundos quienes algo escondГ­an.

AquГ­, el rГ­o con sus meandros, y aquГ­, el punto.

El coronel tomó un mapa detallado con el escrito a mano “Para uso del servicio”. En ese mapa, a diferencia de los mapas geográficos comunes, todo estaba representado verazmente y sin distorsiones. Tomando en cuenta el tiempo de vuelo de regreso al aeródromo, ese lugar del río debía estar a treinta-cuarenta kilómetros de la ciudad río arriba.

El superpuso su dibujo con el mapa, pero no conseguГ­a una completa coincidencia del dibujo en alguna parte. Vasily cerrГі los ojos y otra vez recordГі todo lo visto. No, no hay errores. Hizo el dibujo exacto, como se lo enseГ±aron en la escuela de verano.

Pero si en el mapa no hay un lugar semejante, ВїdГіnde estuvoВ Г©l?

En la habitación vecina arrancó el llanto infantil. “Ivancito se despertó. Pide la teta” – Vasily Timofeev piensa con ternura, recordando su nuevo calificativo: abuelito. Tras la puerta se escuchan las voces de la hija y de la esposa. Las mujeres se ajetrean con el insistente pequeñín.

En la habitaciГіn del coronel entrГі el yerno Anatoli.

– No lo quiero molestar, pero nuestras damas se pusieron nerviosas. Si me cuelgo del techo, de todos modos, van a decir que no moleste, que me quite de ahí. – se sonrió Anatoli y se acercó al suegro. – Vaya, usted dibuja bien – lo alabó mirando la hoja de papel, donde el coronel, con expresión melancólica, había representado un cofre con dinero, dos personas con palas, y camellos.

– Esto no es un dibujo, Anatoli. Se podría considerar una fotografía. – Dijo Vasily, golpeando el papel con la goma del lápiz. – Mis ojos son como una cámara fotográfica. —

– Y donde vio usted eso? —

El coronel de aviaciГіn se quedГі pensativo. ВїContarlo oВ no? Pero las consideraciones no duraron mucho. En definitiva, pudo mГЎs el ardor infantil y, con entusiasmo, le contГі al yerno lo que le habГ­a sucedido durante el vuelo.

– Entonces, ¡eso es un tesoro? – Anatoli preguntó, asombrado, al suegro señalando con el dedo el cofre dibujado.

– Puede ser. – afirmó el coronel. – Allá vi cántaros y bolsas con monedas.

Anatoli se quedГі pensativo. En su niГ±ez leyГі muchos libros de aventuras y recordГі como habГ­a deseado encontrar un verdadero tesoro. Г‰l, al igual que el hГ©roe preferido de su niГ±ez, Tom Sawyer, creГ­a que en alguna parte cerca, habГ­a tesoros enterrados y cosas valiosas escondidas. Anatoli hurgaba en sГіtanos abandonados, golpeaba paredes y con una pala hacГ­a grandes huecos en el bosque. Se inventaba historias improbables, auto convenciГ©ndose de porque el tesoro debГ­a estar justamente en el sitio donde ahora se proponГ­a hacer la bГєsqueda. El, inclusive, no tomaba en cuenta el hecho de que, la ciudad donde entonces vivГ­a, comenzГі aВ construirse no mГЎs de treinta aГ±os atrГЎs. El creГ­a quГ© si no era aquГ­, ahГ­ cerquita lo esperaba la suerte y Г©l se encontrarГ­a con el oro escondido por antiguos malhechores. Siempre quiso tener mucho dinero, pero como resultado de sus largas bГєsquedas Anatoli solo encontrГі candados oxidados, pizarras ennegrecidas y algunas monedas soviГ©ticas comunes.

Ahora, de nuevo, se despertaban en Г©l, sus ansias infantiles de bГєsqueda. Y el deseo de hacerse rico rГЎpido nunca lo abandonГі. Justamente por eso el compraba y revendГ­a libros y discos, y este verano se habГ­a dedicado aВ los jeans. En el cuento del suegro, Г©l fue indiferente aВ los detalles sobre la velocidad, la sobrecarga, aВ lo que mostraban los instrumentos aВ bordo, pero se emocionГі sobre lo referido de los tesoros vistos.

– Hay que ir allí, ¡a comprobar el lugar! ¡Excavar! – con excitación propuso Anatoli.

– Adonde? No hay tal lugar – Vasily paso la mano sobre el mapa. Al coronel no le preocupaba el tesoro visto, sino, donde estuvo el avión, y porque estuvo ahí.

AВ Anatoli, por el contrario, lo preocupaba la parte prГЎctica de la historia. No importando lo que aВ los demГЎs le parecГ­a fГЎcil, cada rublo, ganado en la reventa de libros y discos, Г©l lo obtenГ­a con mucho trabajo. Primero, tenГ­a que saber contactar los conocidos necesarios y gastar en regalos para conseguir los libros raros y escasos; en segundo lugar, tenГ­a que saber cГіmo mercadearlos, y para eso era necesario mantener un gran cГ­rculo de conocidos, todos diferentes, y en tercer lugar, no poner atenciГіn aВ los insultos que le venГ­an de todos lados. AsГ­, ser maestro, mГ©dico, piloto oВ ingeniero era honorable. Pero aВ los trabajadores como Г©l, la gente le aplicaba adjetivos ofensivos: especulador oВ revendedor.

Anatoli todavГ­a recordaba muy bien la tensiГіn y el verdadero pГЎnico cuando hacГ­a poco habГ­a engaГ±ado aВ un par de traficantes moscovitas con un conjunto de jeans. El pagГі solamente la mitad y el resto, prometiГі entregarlo en Kuybyshev, donde vivГ­an sus padres, despuГ©s de que el papГЎ saliГі del ejГ©rcito.

Г‰l emborrachГі al gordo Slava, quien lo acompaГ±Гі en tren desde MoscГє y, en la noche, en una pequeГ±a estaciГіn se escapГі con la mercancГ­a. De ahГ­ continuГі en autobГєs sabiendo que en las estaciones del tren lo iban aВ buscar. Aunque los moscovitas no sabГ­an su direcciГіn en Kuybyshev, de todas maneras, las dos semanas que Anatoli pasГі con sus padres, fueron de una tensiГіn continua y en espera de un encuentro desagradable. En cada gordo el veГ­a al tonto y disgustado Slava.

Anatoli decidiГі no vender los jeans en Kuybyshev temiendo que lo fueran aВ descubrir. Y solo cuando llegГі aВ la ciudad cerrada de Leninsk se tranquilizГі. ВЎAquГ­ no lo encontrarГ­an!

ВїY cuГЎl es el resultado de estas peligrosas maquinaciones? Unos cuantos miles de rublos. Ahora, ni siquiera un carro te puedes comprar. Y ahГ­, donde estГЎ enterrado ese tesoro, puede haber oro y cosas valiosas por cientos de miles de rublos.

Ah, si el tuviera ese dinero, ВЎestarГ­a hecho!

– Puedo tomar el dibujo? – cómo sin darle importancia preguntó Anatoli.

– Pero no le cuentes a nadie. – Le advirtió el suegro.

– Ok. – asintió Anatoli, pero decidido a no perder la oportunidad de ganar dinero.

Anatoli Kolesnikov buscГі en su memoria todos sus conocidos y recordГі aВ la Гєnica persona capaz, en su opiniГіn, de resolver la extraГ±a situaciГіn.

Г‰l pensГі en Tikhon Zakolov.



CAPITULOВ 7

ReuniГіn en el Instituto



El primero de septiembre habГ­a, en las afueras del instituto, una reuniГіn general de estudiantes. Tikhon Zakolov y Alexander Evtushenko llegaron, junto con una multitud de muchachas y muchachos, desde la residencia universitaria. HabГ­an regresado, apenas, el dГ­a anterior aВ la ciudad y como todos los estudiantes, muy entusiasmados, se encontraban con sus compaГ±eros de curso e intercambiaban sus impresiones sobre las vacaciones finalizadas.

El vicerrector felicitГі aВ los nuevos ingresantes y les llamГі la atenciГіn sobre el significado de los vuelos cГіsmicos para el progreso general de la humanidad. Г‰l hablaba atropelladamente:

– Los ritmos de aceleración de la velocidad del desarrollo de los vuelos cósmicos han alcanzado escalas nunca vistas. Ahora estamos aquí – y señaló con el dedo hacia abajo – y sobre nosotros vuela una gran estación cósmica, que se compone de tres módulos independientes y con cuatro cosmonautas a bordo! —

Ahora, el dedo del orador apuntaba hacia arriba y muchos voltearon la cabeza hacia el limpio cielo, esperando ser testigos, con sus propios ojos, de las afirmaciones del vicerrector.

– Mira al viejo! Metió la cuarta derivada en el discurso. – Tikhon Zakolov – comentó las palabras del vicerrector, secándose una pequeña cicatriz sobreel labio.

– Qué? – Boris Makhorov no entendió. Boris había llegado de Moscú y otravez le había tocado la misma habitación con Tikhon y Alexander.

– La velocidad es la derivada de primer orden, la aceleración, es la de segundo orden y el ritmo es, prácticamente, la misma velocidad. Como resultado “los ritmos de aceleración de la velocidad” es la derivada de cuarto orden —

Sasha Evtushenko[2 - Nota del traductor: Sasha es el apodo familiar de los llamados Alexander.] explicГі las palabras del amigo.

– Ustedes, tipos, ¡otra vez con su teatro! – pero sinceramente admirado Boris, por esa lógica. – También encuentran integrales en las palabras del viejo?

– Pero lógico, – Tikhon respondió impasible. – Las utilizó al principio. ¿Recuerdas? “Ante su juventud se abren cientos de caminos”. Esta es la típica integral indefinida en el tiempo. Donde en calidad de función integrando se utiliza al hombre. Si resolvemos esa integral con parámetros concretos encontramos el destino de una persona. —

– Demasiados coeficientes individuales tiene esa función. – intervino Sasha. – Y la integral debe tener dos por lo menos, de tiempo y de lugar. El lugar, yo lo entiendo como una función compleja del medio y de la época. Aunque no totalmente, déjame pensar… —

Zakolov y Evtushenko se pusieron aВ desarrollar la teorГ­a matemГЎtica de la descripciГіn del destino de una persona. Makhorov, que ya estaba acostumbrado aВ esa pasiГіn de ellos de formular todo en lenguaje de ciencias exactas sГіlo sacudiГі la cabeza y se acercГі aВ su amigo Bonia. Con Bonia se podrГ­a discutir un tema mГЎs interesante: como cambiaron las chicas durante el verano.

El vicerrector terminó so discurso emotivo e informó acerca de lo que todos sabían. El primero y el último año empezaban las clases hoy mismo. El segundo año, como siempre, va al koljoz a hacer trabajo voluntario. El tercero participa en labores organizativas en la sala de deportes, la cual, por fin, tiene techo. Los koljozes de la zona son campos de arroz, por lo tanto, los estudiantes de segundo año, como se decía normalmente, iban “al arroz”.

Los muchachos, muchos de los cuales no se vieron durante los dos meses de verano se saludaban, se abrazaban, se empujaban y bromeaban.

– Los futuros ingenieros y científicos deben tener tres cosas importantes, – dijo Bonia alegremente – trabajar en un koljoz, en una construcción y en un almacén de verduras y vegetales. Sin esta experiencia el ingeniero soviético resulta incompleto y no puede considerarse un verdadero constructor del comunismo. —

– Como nos han enseñado, – se burló Boris – la intelectualidad es una capa intermedia entre los obreros y los trabajadores del koljoz. En cualquier momento, por orden del partido, nosotros debemos saber despegarnos hacia uno u otro lado y transformarnos en verdaderos trabajadores. —

Tikhon Zakolov y Alexander Evtushenko escucharon eso con aprobaciГіn, aunque con una sonrisa triste. DespuГ©s de las largas vacaciones, ellos preferГ­an regresar al auditorio, escuchar las clases de los profesores, leer los libros y conseguir nuevas metas del intelecto humano. Si hubieran dicho eso en voz alta, se hubieran reГ­do de ellos en su cara. La mayorГ­a de los estudiantes ya estaba dispuesta para el viaje al koljoz, pasar bien el tiempo, parrandear un poco y cuadrarse alguna de las muchachas que estarГ­an lejos de la vista paterna.

Sasha y Tikhon, hasta el último momento, tenían la esperanza de que, este año, por algún milagro, su curso no tuviera que cumplir la tradición soviética de hacer el viaje “a la papa”, “al arroz”, “al algodón”. Pero la vida se mostraba rutinaria, sin alegría y predecible. Para el próximo mes, los parámetros fundamentales de sus vidas eran conocidos.

Ya estaba claro que la partida serГ­a al dГ­a siguiente, pero hoy era necesario enviar una avanzada de tres estudiantes que prepararГ­an el lugar para la llegada del resto. AВ Vlad Peregudov lo nombraron responsable de todo el equipo. Г‰l, junto con su hermano gemelo, Stas, tambiГ©n vivГ­a en la residencia. Ambos ya habГ­an servido en el ejГ©rcito e ingresaron en el instituto despuГ©s de pasar una escuela preparatoria.

Vlad tomГі su responsabilidad muy seriamente e informГі que Г©l y su hermano serГ­an de la avanzada. Tikhon se imaginГі que, por ser el Гєltimo dГ­a de vacaciones, en la noche habrГ­a una borrachera generalizada y entonces se anotГі como voluntario en la avanzada. Sasha se excusГі y dijo que Г©l, absolutamente necesitaba ir aВ la biblioteca y revisar los libros de teorГ­a de grafos. En los Гєltimos tiempos tenГ­a la insoportable picazГіn de demostrar la conjetura de los cuatro colores.

Cuando Zakolov y Evtushenko se alejaron de la muchedumbre bulliciosa, hasta ellos se acercГі alguien que esperaba ansiosamente este momento, Anatoli Kolesnikov.

Antes de su boda, Anatoli compartió, varios meses, con ellos, una habitación en la residencia. En ese tiempo, A Boris lo habían corrido de la residencia por “comportamiento indebido” con una muchacha. Estaba muy tomado y se puso a molestar muy impertinentemente a una atractiva estudiante, eso llegó a los gritos y ropa arrancada. La muchacha, entonces, se quejó al director de la residencia.

Boris entonces se mudГі aВ donde Igor Lisitsin, un conocido de MoscГє, quien estudiaba en un curso superior. Igor vivГ­a en el edificio vecino, la residencia de los oficiales, en una habitaciГіn individual. Su padre habГ­a servido en esta ciudad, pero hacГ­a un aГ±o se habГ­a ido aВ MoscГє. Antes de su partida habГ­a podido acomodar aВ su hijo en esa residencia. Igor se habГ­a instalado ahГ­ y aun cuando aparecieron puestos libres en la residencia estudiantil, no quiso mudarse.

El asunto fue, que él se apasionó con el juego de Preferans[3 - Nota del traductor: Del francés: préférence— Un juego de cartas originario de Rusia.], estudió todas las sutilezas del juego y se convirtió en un maestro. El juego siempre se hacía por dinero y entre los oficiales, que no tenían un sueldo bajo, Igor Lisitsin encontraba oponentes adecuados. Aunque, frecuentemente, las apuestas eran en kopeks, Igor, con regularidad, todos los meses se ganaba su buena suma. Él le pagaba al director de la residencia de oficiales por el derecho a seguir viviendo ahí y en buenas condiciones. Las habitaciones de la residencia estudiantil siempre estaban muy llenas y los demasiado inquietos estudiantes llevaban un estilo de vida muy desordenado, lo que no convenía al calculador Igor.



Anatoli Kolesnikov le tenГ­a mucho respeto aВ Tikhon Zakolov, no por su gran talento para el cГЎlculo rГЎpido (los nГєmeros abstractos no le interesaban aВ Anatoli), sino despuГ©s de un asunto Гєtil muy especial.

En la residencia, Kolesnikov mercadeaba cigarrillos búlgaros, que eran difíciles de encontrar. El jefe de mesoneros del principal restaurant de la ciudad le entregaba tres cartones de cigarrillos “BT” y tres de “Opal”, 10 cajetillas en cada cartón. Para no enredarse con sencillo, Anatoli vendía 2 cajetillas de “BT” por 1 rublo y 3 cajetillas de “Opal” por 1 rublo. El negocio iba bien. Por 30 cajetillas de “BT” él obtenía 15 rublos y por 30 de “Opal”, 10 rublos. Total, 25 rublos.

Un dГ­a, Anatoli decidiГі optimizar la venta. RazonГі: Вїsi vendo 30В cajetillas de aВ 1В rublo por cada 2В y 30В cajetillas de aВ 1В rublo por cada 3, no serГ­a mejor vender de una vez 5В cajetillas por 2В rublos?

Dicho y hecho. Habiendo vendido la mercancГ­a por el nuevo esquema, Anatoli contГі su ganancia y en vez de 25В rublos, ВЎtenГ­aВ 24!

– Me robaron – fue lo primero que pensó. Y miró, con sospecha, a Zakolov y Evtushenko. Media hora estuvo dudando hasta que expresó su descontento.

Zakolov se carcajeГі.

– Anatoli, divide 60 cajetillas entre 5 y multiplica por 2 rublos. ¿Cuánto obtienes? – 24. —

– Y entonces, ¿que quieres? —

– Que se hizo el otro rublo? – todavía desconcertado Kolesnikov.

Zakolov, quien no era fumador, se riГі todavГ­a mГЎs y le recomendГі:

– La próxima vez vende 30 cajetillas de “BT” y 60 cajetillas de “Opal”, ¡tendrás tu rublo de nuevo! —

– Como así? —

– Con el sistema original de venta, por 30 cajetillas de “BT” tu obtenías 15 rublos y por 60 de “Opal”, 20 rublos. Total: 35 rublos. Ahora calcula vender todo por 2 rublos 5 cajetillas.

Anatoli calculГі. Y en lugar de 35В le daba ВЎ36В rublos!

– Cual es el truco? – Le insistió a Zakolov.

– Anatoli, por que no recuerdas el álgebra? No se puede promediar de esa manera como lo estás haciendo. Mira, – Tikhon le escribió, en un papel, su error. – Si quieres seguir vendiendo de la nueva manera, entonces toma 30 cajetillas de “BT” y 45 de “Opal”. De ambas maneras obtienes 30 rublos. —

Kolesnikov se convenciГі de que la matemГЎtica en el comercio no estГЎ demГЎs, y desde ese momento vio aВ Zakolov con respeto.



Aunque el coronel Timofeev le pidiГі aВ Anatoli que no le contara aВ nadie acerca del extraГ±o suceso, Г©ste no aguantГі y, sin mencionar nombres y lo del tesoro, le dijo aВ Tikhon lo que le habГ­a sucedido aВ uno de los pilotos. El esperaba que el inteligente estudiante lo ayudara aВ sacar provecho de esa informaciГіn.

– Claro! ¡Es lógico! Ya lo había pensado. – saltó Tikhon, cuando terminó de escuchar a Anatoli.



CAPITULOВ 8

Hassim y el “dragoncito”



El comerciante Hassim abandonГі los dominios del todopoderoso Tokhtamysh altamente preocupado. Desde Sarai dirigiГі la caravana hacia el sur, pero al llegar al principal camino caravanero, el cual muchos llamaban la ruta de la seda, no doblГі hacia el oeste, hacia Europa. Г‰l sabГ­a que en los puertos ГЎrabes y turcos no se encontraba el diabГіlico polvo que se encendГ­a y que le habГ­a encomendado el kan y atravesar el mar para ir aВ la desconocida Europa, nunca se hubiera atrevido.

El mar y los barcos, eso no era para Hassim. Hombre de estepa, Hassim estaba acostumbrado aВ confiar en el suelo duro bajo los pies y los resistentes camellos.

Dirigiendo una última mirada hacia el norte, donde en la ciudad de Sarai se quedó detenido “como invitado” su joven hijo, Hassim dobló la caravana hacia el este. Él había decidido seguir el camino hacia la lejana China. Allá, él había tenido la oportunidad de ver muchos fuegos artificiales. Para su producción los chinos utilizaban un polvo que se quemaba. Por sus propiedades ese polvo se parecía mucho a la pólvora que Tokhtamysh le había ordenado conseguir.

El camino aВ travГ©s de tierras intranquilas, fue largo y Hassim llegГі al imperio celeste enseguida despuГ©s del aГ±o nuevo chino. En cada ciudad Г©l preguntaba aВ los comerciantes por la pГіlvora. Pero esta mercancГ­a ningГєn vendedor serio la guardaba.

La pГіlvora la producГ­an en pequeГ±as tiendas, pero era para divertirse y para los fuegos artificiales del aГ±o nuevo. Cuando la fiesta terminaba, ya nadie necesitaba el extraГ±o polvo y los artesanos volvГ­an aВ la producciГіn de las cosas Гєtiles de todos los dГ­as.

En su bГєsqueda de la pГіlvora, Hassim ya habГ­a recorrido cientos de kilГіmetros en territorio chino, cuando llegГі aВ la grande y activa ciudad de Dunhuang. Y ahГ­, por fin, tuvo suerte. Por eso estaba tan contento esa tarde y rezaba arrodillado, dГЎndole las gracias aВ AlГЎ y recordando aВ su hijo Rustam quien se habГ­a quedado como rehГ©n.

En Dunhuang vino en su ayuda el viejo y experimentado comerciante Zhun. El mismo chino Zhun nunca habГ­a salido aВ paГ­ses lejanos. DedicГЎndose al comercio, toda su vida habГ­a vivido en su ciudad natal, pero sabГ­a perfectamente donde, quГ© y por cuanto se podГ­a comprar en un radio de decenas de kilГіmetros. Zhun vendГ­a mercancГ­a local aВ los caravaneros y aВ cambio recibГ­a la mercancГ­a extranjera.

Cuando Hassim dijo la cantidad del extraГ±o pedido: veinte sacos, el astuto Zhun, en lugar de bajar el precio por la compra al mayor, dijo que no era posible, ese pedido no se podГ­a cumplir ni siquiera en un mes y por lo tanto el precio por saco subirГ­a. Hassim, con una sonrisa y bromeando, como era lo acostumbrado, tratГі de regatear, pero Zhun, con un gesto amable, lo detuvo:

– Hassim, yo no te pregunto para que necesitas tanta pólvora. Créeme, hay un gentío en mi país y allá, en el tuyo, que les gustaría muchísimo saber la respuesta a esa pregunta. Como decían nuestros antepasados: la palabra es plata, pero el silencio es oro. – El viejo Zhun cerró los ojos y se puso la palma de la mano en la barriga, como si estuviera cansado de la conversación.

– Bueno, yo vine fue por té. – pensativo, dijo Hassim. – Por el mejor té chino. —

– Se lo diré a todos. – Asintió Zhun.

Al fin y al cabo, se pusieron de acuerdo en diez sacos, los cuales estarГ­an listos en dos semanas. En ese momento Hassim le preguntГі aВ Zhun si serГ­a posible obtener tambiГ©n la receta de preparaciГіn de la pГіlvora.

– Estoy listo para pagar lo mismo. – y dijo la suma.

Zhun mirГі con atenciГіn aВ Hassim y moviГі la cabeza.

– Los maestros chinos enseñan sus secretos solo a sus hijos. Si el maestro no tiene hijos, se lleva su secreto a la tumba. Afortunadamente, las mujeres chinas paren mucho. —

Hassim no discutiГі, pero su gran experiencia le decГ­a que si no te venden algo es porque no propusiste un precio adecuado oВ no te dirigiste aВ la persona correcta.

El viejo y astuto chino se despidiГі, y Hassim ordenГі aВ su sirviente mГЎs avispado que lo siguiera. El plan funcionГі.

Al dГ­a siguiente Hassim se enterГі de que, aВ una hora de camino, en las colinas cercanas, hay una pequeГ±a aldea, donde los chinos sacan el carbГіn. Y que Zhun visitГі una de las casas que estГЎ al borde de la cantera. El sirviente regresГі inmediatamente aВ la ciudad.

Hassim, para las apariencias, estuvo comprando tГ© en los alrededores de Dunhuang durante tres dГ­as, y despuГ©s se fue aВ la pequeГ±a aldea. El dueГ±o de la casa en cuestiГіn era el pequeГ±o y cara redonda Shao. Los ojos avispados bajo el sombrero cГіnico lo convencieron de que con Shao podГ­a ponerse de acuerdo. La larga, y sin apuros, conversaciГіn, produjo sus frutos. Shao sacudiГі su coleta grasienta, la sonrisa se le extendiГі de oreja aВ oreja y sus dos pequeГ±as manos estrecharon, agradecidas, la de Hassim.

Aunque el chino no aceptГі vender la receta del polvo maravilloso, prometiГі que, en el transcurso de una semana mГЎs, prepararГ­a diez sacos mГЎs, y por el precio que le habГ­a dicho Zhun. Era indudable que este habГ­a sido, tambiГ©n, un gran Г©xito comercial. DespuГ©s de esta transacciГіn podrГ­a regresar rГЎpido aВ Sarai y liberar aВ su hijo. El gran kan Tokhtamysh estarГЎ satisfecho con esa cantidad de la mercancГ­a secreta.

Cumplido el plazo prometido, bajo un crepГєsculo azul, en un lugar desГ©rtico, fuera de la ciudad, Zhun le entregГі aВ Hassim la mercancГ­a acordada.

Cuando Zhun recibió el dinero, le aconsejó: – Ahora regresa a tu casa rápido. – Yo te voy a guardar el secreto, pero en China hay demasiados ojos y oídos. Estos tiempos son difíciles y a alguien puede interesar tu compra no habitual. Apenas nos logramos desembarazar de los mongoles y aquí no confiamos de los extranjeros del este. —

– Voy a comprar un poco más de buena seda china para no llevar camellos ociosos y partiré. – prometió Hassim.

Hassim esperГі una semana mГЎs fuera de la ciudad y como habГ­a sido acordado fue adonde Shao.

– La mercancía está lista. – alegró a Hassim el inteligente artesano chino.

DespuГ©s de que los sacos fueron cargados sobre los camellos y la cuenta saldada, Shao llevГі aВ Hassim aВ un lado y le susurrГі:

– No es mi problema para que quiere usted tanta pólvora, señor, pero yo le tengo otra proposición interesante. Usted habrá escuchado que la gente del norte de nuestro país hace grandes “dragones calientes”. Así llaman a una gran bola de hierro, llena con este polvo maravilloso, y provista de una mecha no tan larga. Esta mecha se enciende y la bola se lanza con una catapulta al enemigo. Yo, señor, aprendí a hacer el “dragoncito”, para el cual no se necesita catapulta. —

El chino sacГі de su bolsillo una esfera negra de hierro del tamaГ±o de un puГ±o y de la cual salГ­a una cuerda aceitada.

– Este “dragoncito” es bueno por el hecho de que se puede lanzar con una mano. Antes de eso lo único que se necesita es encender la cuerdita. ¿No quiere probar? —

El chino le alcanzГі la bola aВ Hassim. Esta resultГі frГ­a y pesada. Hassim sopesГі el objeto en su mano. El chino encendiГі la mecha y sonriendo con alegrГ­a le gritГі:

– Ahora, señor, ¡láncelo! —

Hassim observaba, con interГ©s, como se consumГ­a la mecha y la chispa rojiza, siseando, se acercaba aВ la bola de hierro.

– Láncela lejos! – gritó Shao. La sonrisa del chino desapareció de su rostro plano.

Hassim miraba el curioso juguete y no entendГ­a por que tirarlo. ВїY si se rompe? Cuando el fuego se acercГі aВ la superficie de la esfera, Shao, desesperadamente, golpeГі la mano del comprador y lo empujГі al suelo. La bola cayГі y se dirigiГі hacia donde estaban los camellos.

El puntico de fuego en la mecha desapareciГі rГЎpidamente bajo la superficie negra de la bola, como un ratГіn en su ratonera. Casi instantГЎneamente hubo un gran estallido. Y todo alrededor se cubriГі de una nube de humo amarilla.



CAPITULOВ 9

ВЎNo existen los extraterrestres!



– Que habías pensado? – Se sorprendió Anatoli con la repentina reacción de Zakolov.

– Ya lo había pensado. – repitió Tikhon y era claro que estaba pensando con excitación. – No hay extraterrestres! – gritó, batiendo la mano en el aire.

Anatoli, como atontado, lo mirГі.

– Está muy bueno eso de batir las manos; pero explícame, ¿que tienen que ver los extraterrestres en esto? – impaciente preguntó.

– No hay extraterrestres en la Tierra. Si ellos vinieran con regularidad, con la técnica moderna ya los hubiéramos controlado. —

– Yo no te dije nada de extraterrestres. – Anatoli le dijo dudoso.

– Claro, eso es cierto. Somos nosotros mismos, la humanidad la que viaja al pasado. —

– Que? Explícame eso. – Anatoli comenzó a disgustarse.

– Esos platillos voladores que se ven por todos lados, no son extraterrestres, son aparatos voladores terráqueos comunes y corrientes del futuro, los cuales por alguna razón pueden venir al pasado. Eso fue lo que sucedió con ese piloto. En ese moderno avión caza él atravesó el tiempo y apareció varios siglos atrás. Imagínate un libro, donde cada página es nuestro mundo año tras año. Y el avión, haciendo un viraje extraño, como un punzón atravesó varias hojas y apareció, en el mismo sitio, pero muchos años antes. —

– Y eso es posible? —

– Es lógico! Mira, nosotros vivimos, no en un mundo tridimensional, sino en uno de cuatro dimensiones. La cuarta dimensión es el tiempo. Si en coordenadas espaciales, comunes y corrientes, nosotros podemos movernos hacia adelante y hacia atrás, ¿por qué en el eje del tiempo solo nos movemos hacia adelante? Es evidente que existen condiciones por las cuales, en la escala del tiempo, el movimiento puede ser hacia atrás. Además, eso sucede instantáneamente. —

– Eso es una tontería! – exclamó Sasha Evtushenko, quien, hasta ese momento estuvo callado, pero que oía atentamente lo que decía su amigo.

– Por qué? – Tikhon no se arredró. – Acuérdate de tantos cuentos fantásticos y populares, los cuales, a primera vista, parecían imposibles, pero tarde o temprano se convirtieron en realidad. Así fue con el avión, con el submarino, con el televisor y con el teléfono. Es posible que la máquina del tiempo, alguna vez, se convierta en realidad. Einstein demostró que el tiempo no es absoluto. El tiempo cambia sus propiedades dependiendo de la velocidad. —

– Y por qué esos platillos voladores del futuro no aterrizan y entran en contacto con nosotros? – Sasha preguntó escéptico.

– Eso no lo sé. Probablemente llegan por casualidad y no pueden controlar ese proceso. Puede ser que la velocidad de sus aparatos voladores sea más alta y esto sucede más frecuentemente. – Tikhon meditó un poco más. – Y puede ser que en la naturaleza haya una ley objetiva desconocida la cual no permite interactuar, materialmente, objetos de diferentes siglos. Es claro que algún objeto provendría de otros y, por lo tanto, no podrían entrar en contacto. ¡Eso quebrantaría la sucesión de acontecimientos! Puede ser que un cuerpo, viniendo del futuro adquiera propiedades de antimateria. En el mejor de los casos es repelido y se devuelve. En el peor de los casos, en el contacto sucede una explosión y la antimateria se desintegra hasta los átomos. Por eso, chispas y explosiones inexplicables suceden de vez en cuando. Por ejemplo, el meteorito de Tunguska y cosas similares. Por cierto, huellas del meteorito de Tunguska no se han hallado hasta ahora. —

– Todo eso es una tontería! – categórico dijo Sasha. – Estamos llenos de gente anormal, y se la pasan soñando. Antes, en los tiempos del dominio de la iglesia la gente veía diablos y ángeles, y ahora, en el siglo del progreso técnico, ven platillos y cohetes. Demasiado sencillo. En los países católicos, donde hay muchos creyentes, hasta hoy, la virgen María se le aparece a uno y a otro. ¡Eso es producto de la imaginación enferma de la gente! Es un asunto de psiquiatras.

– Mi suegro no está enfermo! – Se disgustó Anatoli. Se ofendió por su suegro, quien era un tipo fuerte y normal. – Es un piloto militar. Y ni te imaginas como le examinan la salud a ellos! Si lo dijera otro yo no lo creería. Pero mi suegro no miente. —

– Ah, ¿eso le sucedió a tu suegro? – Se sorprendió Tikhon. – Es un comandante de escuadrilla. —

– Claro! ¡Él es un señor! Ese no miente, ¡ese no sueña! —

– En los grandes cambios de gravedad a cualquiera se le nublan los ojos. – afirmó Sasha. – Y a una gran velocidad acaso puedes discernir? Ok, él vio unos caminantes y camellos. Pero hay muchos en Kazajstan, hasta ahora hay gente que se transporta en camellos y los viejos kazajos ¡se visten a la antigua! —

– No, él vio un ejército enorme, con armas antiguas – explicó Anatoli. – Decenas de miles. Ahora eso no existe. —

– Yo le creo. – dijo Zakolov. – Eso comprueba mi hipótesis. —

Evtushenko decidiГі no discutir mГЎs, pero mantuvo su opiniГіn.

– No sería interesante poder conseguir ese lugar donde él vio esos antiguos soldados? – Con mucho cuidado, Anatoli escogió sus palabras para preguntar lo más importante. – Miren. Este es el dibujo que hizo el suegro, de memoria del lugar. Y esta es una copia de un mapa actual y detallado. —

Anatoli mostrГі un papel donde aparecГ­a el rГ­o y un camello. Ese dibujo lo copiГі del esquema del suegro, pero en lugar del cofre dibujГі una X y al lado un camello. DespuГ©s, en un papel transparente, calcГі un mapa contemporГЎneo.

Tikhon tomГі los dos papeles de la mano de Anatoli y colocГі un papel sobre el otro.

– La escala es diferente, por eso no coinciden. Pero si reducimos, mentalmente, el dibujo… ¿Podría ser aquí? – Mostró un punto en el mapa, pero enseguida sacudió la cabeza. – No, los meandros del río son completamente diferentes. —

– Eso que hiciste, ya yo lo había pensado y hecho. – Entusiasmado, Anatoli siguió los razonamientos. – No hay ninguna superposición. Pero mi suegro está seguro que él sobrevoló este sitio y lo dibujo exactamente. —

– Zhusaly. – Sasha leyó en el mapa el nombre de la población cercana. – Por ahí cerca nosotros vamos al arroz. —

– ¿Sí? – Se interesó Anatoli. – Entonces, quizás, yo también vaya con ustedes. A mí me pusieron en la construcción con el tercer año. Pero yo voy a pedir ir con vuestro curso. Deben permitírmelo. Con alguien me cambio. Conozco muchos que quieren quedarse en la ciudad. Y yo, sinceramente, no me quiero calar, ni los pañales del bebé, ni las noches de insomnio. Por ahora, que crezca sin mí. Yo voy con ustedes. Corro al instituto para inscribirme para ir al koljoz. —

Tikhon, concentrado, miraba el dibujo y el mapa.

– El camello está bien dibujado, pero donde está tu ejército antiguo? – bromeó.

– Se me había olvidado! El camello no es común, sino de jorobas blancas. El suegro está seguro. Dice que ya no hay de esos. ¿Habría en la antigüedad? – Anatoli se animó de nuevo. – Por eso quiero encontrar ese lugar. ¿De repente se conservan restos de animales desconocidos por la ciencia? ¡Eso sería un gran descubrimiento! Nuestro aporte a la ciencia.

– De jorobas blancas? – dijo, pensativo, Tikhon. – Interesante… —

– Si, de jorobas blancas. – afirmó Anatoli. – Y la mirada del camello era como si pensara. No, el suegro dijo: penetrante. —

Inesperadamente, aВ espaldas de Anatoli apareciГі el rostro curioso de Igor Lisitsin. Era de estatura baja y se acercГі sin que nadie lo notara.

– Que tienen ahí? – preguntó Igor y enterró su mirada en el mapa.

– Igor? – se sorprendió Anatoli completamente.

– Están buscando un tesoro? – Igor bromeó sin doble intención, pero se asombró cuando observó el rubor en las mejillas de Anatoli. El juego de preferans había enseñado a Igor a captar el más mínimo cambio en el rostro de los oponentes.

– Que te pasa Igor? ¿Qué tontería es esa? – Un poco forzadas le salieron las preguntas a Anatoli y trató de quitarle el dibujo a Zakolov.

Pero la poca convicciГіn es sus palabras no pasГі desapercibida aВ Igor.

Tikhon continuГі, pensativo, mirando el mapa, no escuchГі la conversaciГіn, pero no se lo entregaba.

– Sabes? – le dijo, notando que Anatoli quería quitarle el papel. – Déjame quedarme con el dibujo. Yo creo que puedo encontrar el lugar. Creo recordar que Albert Einstein dijo algo sobre los ríos. —

– Einstein? ¿Sobre ríos? – Se extrañó Anatoli. – Pero si él era físico. —

– Ante todo era una persona inteligente. E intervino en diferentes temas. —

– Anatoli, te espero por aquí cerca. – Igor notó que ponía tenso a su amigo y se apartó un poco. – Me ibas a decir algo sobre los jeans. —

– Ajá. – Asintió Anatoli y se apresuró a decirle a Tikhon. – Quédate con el mapa. Yo puedo dibujarlo otra vez. —

– Entonces, tú con Einstein en todo hoy. – se sonrió Sasha.

– Es en serio! – respondió Tikhon.

– Miren, tipos. – susurró Anatoli, mirando de reojo en dirección de Igor. – Que todo quede entre nosotros. El suegro no quisiera que sus palabras corrieran por ahí. Ustedes entienden. —

Los dos muchachos asintieron.

– Anatoli! – Se oyó una alegre voz femenina. – Somos yo é Ivancito. —

Por la calle venГ­a Liuba, la sonriente esposa de Anatoli Kolesnikov, conduciendo un cochecito azul.

– Salimos a pasear y nos llegamos hasta aquí. – la muchacha los alcanzó.

– Caminaron mucho. ¿Para qué? – Parecía que Anatoli no estaba muy contento con el encuentro.

– Queríamos venir donde papito. – Como todas las madres felices, después del nacimiento del bebé, Liuba se refería a “nosotros”, en vez del apropiado “yo”. Para eso, con frecuencia, hablaba como un niño.

Tikhon se quedГі mirando el cochecito, aВ ver si se le ocurrГ­a un cumplido para la joven mamГЎ.

Liuba cazó la mirada de Tikhon y bromeando, pero con convicción, dijo: – No, ¡no se los voy a mostrar! ¿A ver si le echan mal de ojo?! —

Un velo mosquitero claro cubrГ­a el cochecito y se podГ­a ver que el bebГ© estaba cubierto con algo muy claro y grandes flores rojas.

– Bella cobija, – notó Tikhon, comprendiendo que la madre no quería que se elogiara al bebé.

– No es una cobija, es un conjunto especial, de Checoslovaquia. – Se reanimó Liuba. – Está de moda. Me lo trajo Anatoli. Nadie lo tiene, solamente Ivancito. Y mira los jeans, – dijo jactándose la muchacha y volteándose para mostrar y palmear la etiqueta de “Montana”.

Se acercaron corriendo las muchachas, compaГ±eras de Liuba y rodearon ruidosamente aВ la feliz mamГЎ. Estaba claro que el entusiasmo de las amigas de Liuba la hizo venir. Claro, era la primera del curso que parГ­a.

Anatoli se acercГі aВ Igor, quiГ©n se sonreГ­a con sorna. Sasha se dirigiГі aВ la entrada del instituto. Se habГ­a hecho el propГіsito de ir, hoy, aВ la biblioteca. Tikhon se fue aВ la residencia, ya que tenГ­a que prepararse para el camino.



CAPITULOВ 10

Hassim. Una esquirla en la cabeza



A Hassim le pareció que, cerquita, hubo un relámpago y sonó un trueno. El comerciante fue lanzado al suelo con las manos quemadas por ardientes piedritas. “Si muero, ejecutarán a mi hijo”, pensó Hassim con horror. Ensordecido, se levantó y se miró.

Su cabeza zumbaba. Poco aВ poco la sordera iba desapareciendo, como si alguien le hubiera llenado los oГ­dos de algodГіn y despuГ©s, lentamente, le iba sacando las hebras. Pronto, Hassim distinguiГі los gritos de la gente y el aullido de los camellos. Dos camellos yacГ­an en el piso y los demГЎs se alejaron corriendo de miedo.

Hassim, por fin, volviГі enВ sГ­.

– Atrapen a los animales y reúnanlos en un solo lugar! – le ordenó al desconcertado comandante de su guardia, Shaken.

El comerciante se acercГі aВ los camellos caГ­dos. Uno de ellos tenГ­a en el vientre una herida, con tripas afuera, y de donde salГ­an chorros de sangre. Hassim vio como ese estallido extraГ±o habГ­a provocado, en un instante, esa horrorosa herida. Los quejidos del joven y fuerte camello se iban haciendo mГЎs y mГЎs silenciosos.

El segundo camello que yacГ­a era una camella. Hassim reconociГі en ella aВ la vieja y fiel Shikha. Con ella ya habГ­a recorrido miles de kilГіmetros durante muchos aГ±os.

Shikha yacía callada, con los ojos cerrados. A primera vista su cuerpo no parecía lastimado, pero enseguida notó una esquirla grande del “dragoncito”, incrustada en su cabeza. De repente Shikha abrió sus párpados arrugados y miró a Hassim directamente a los ojos. Su labio superior se movió como si la camella quisiera decir algo, después de eso su mirada se apagó y sus grandes ojos se cerraron. Hassim se agachó hacia la bestia amiga.

Shikha no respiraba.

Entonces se acercó Shao, preocupado, explicándole a Hassim que él no era culpable de nada, que el “dragoncito” había que lanzarlo lejos. El “dragoncito” está diseñado para destruir enemigos. Hassim comprendió que, en lo que sucedió, él tenía parte de culpa.

Poco aВ poco, los asustados sirvientes reunieron aВ los camellos dispersos. Estos continuaban quejГЎndose, pero en tono mГЎs bajo, y miraban de reojo, con ojos asustados aВ sus compaГ±eros caГ­dos. El olor de la pГіlvora, el vientre destrozado y la sangre caliente hacГ­an mover, nerviosamente, sus fosas nasales.

Como compensación por las pérdidas que tuvo, Shao le regaló a Hassim ocho “dragoncitos”. Hassim ordenó picar el camello joven muerto para carne, y rápido, para regresar enseguida. Ya se habían reunido muchos curiosos por la barahúnda formada.

Hassim no pudo dominar la tristeza por su vieja y fiel camella. Con dolor mirГі el cuerpo de su querida camella, que ya no respiraba, y que tenГ­a marcado el desgaste producido en su barriga por los pies de tantos jinetes y le pidiГі aВ Shao que la enterrara.

Partieron rГЎpido contorneando Dunhuang. Ya era noche cerrada y ya se habГ­an alejado una distancia considerable de la ciudad cuando Hassim ordenГі la parada para descansar. El preocupado comerciante soГ±Гі toda la noche con la Гєltima y aguda mirada de Shikha. En su larga vida nГіmada el pasГі mГЎs tiempo junto aВ ella que con su hijo de diecisiete aГ±os.

Cierto, recordaba Hassim, ya Shikha estaba con el antes del nacimiento de Rustam. ВїDe dГіnde llegГі aВ su caravana? Eso no podГ­a recordarlo.

Muy temprano en la maГ±ana Hassim fue despertado por los gritos de un sirviente asustado.

– Señor! ¡Mire quien llegó! —

Hassim, como todos, dormГ­a aВ cielo abierto en una estera de fieltro. Arropado con una cobija caliente de piel de camello, infaltable en sus recorridos caravaneros, se levantГі rГЎpido y vio una camella parada aВ su lado.

ВЎAhГ­ estaba Shikha, la camella que habГ­a muerto el dГ­a anterior!

ВїQue era esto? ВїUna continuaciГіn del sueГ±o? Hassim se estremeciГі y mirГі hacia los lados. Del cobertor que tenГ­a al lado salГ­a olor aВ carne de camello. Si, esto es real. En los sueГ±os no hay olores.

La camella habГ­a cambiado. Ahora su mirada era pensativa y penetrante. VeГ­a el mundo con ojos cansados y todo como un ser entendido. Pero, sobre todo, en su fisionomГ­a se destacaban las jorobas totalmente blancas. Literalmente se encanecieron. Hassim nunca habГ­a visto el pelo de los camellos ponerse tan blanco, como las nieves perpetuas en las altas montaГ±as.

Cabalgando la camella estaba Shao. Shaken estaba cerca, miraba con desconfianza al chino y, por si acaso, tenГ­a la mano en la empuГ±adura del sable. Г‰l no querГ­a que sucediera algo parecido aВ lo del dГ­a anterior.

Shikha doblГі sus patas delanteras, el chino descendiГі rГЎpidamente y le hizo una reverencia aВ Hassim. Shaken lo siguiГі de cerca, mirando sus manos.

– Señor – Shao se apuró a explicar. – Como usted me lo pidió, yo me preparé para enterrar a la camella. Ya había abierto el hoyo en la tierra, pero ella, de repente empezó a respirar, empezó a moverse y se levantó. Mientras se iba levantando, ahí mismo, sus jorobas se blanquecieron. Pasó tan rápido que yo me asusté. Pensé que un mal espíritu se había metido en su cuerpo. Si hubiera sido así, yo lo hubiera sabido viendo el mal en los ojos de la camella y la hubiese muerto de nuevo. Pero ella tenía una mirada limpia. Shaitan[4 - Nota del traductor: Del árabe: Shaitan – el diablo.] no puede disfrazarse así. Entonces decidí traérsela a usted. Yo no sabía cuál camino ustedes habían tomado, ya estaba oscuro y no se veían las huellas. Pero ella misma – y con respeto, señaló a Shikha – rápidamente y sin dudar, escogió el camino. Me parecía que ella, cuidadosamente, olía el aire antes de tomar alguna dirección. —

Con una mezcla de asombro y preocupaciГіn, Hassim observaba aВ Shikha, quien estaba echada sobre sus rodillas callosas. En su cabeza se veГ­a la gran esquirla fГ©rrea. ParecГ­a que la esquirla estaba mГЎs metida, que el dГ­a anterior, en el crГЎneo del animal. Hassim estirГі la mano para tratar de sacar el pedazo de hierro curvo, pero la camella, ostensiblemente, apartГі la cabeza y se levantГі.

– Señor, hay otra cosa que quería decirle. – Shao le habló en voz baja mirando a Shaken. Hassim, con un gesto, le dijo que Shaken era de confiar. El chino continuó – Ayer, apenas ustedes se habían ido, llegaron unos soldados. Preguntaron cuándo y hacia donde se fue su caravana. Por la conversación de ellos entendí que los de arriba se habían enterado de su compra. Ellos piensan que ustedes son espías de Tamerlán y vienen para destruir los puentes importantes. Tienen la orden de apresarlos. – Shao calló. Entonces hizo las reverencias y se despidió. – Tengo que irme rápidamente, no deben verme aquí. —

Una vez mГЎs Shao hizo una inclinaciГіn con humildad y, rГЎpido, se alejГі en la direcciГіn contraria. Г‰l se dirigiГі directamente hacia el este y ya pronto no podГ­a mirГЎrsele bajo los intensos rayos del Sol levante.

Hassim entrecerrГі los ojos y vio como la brillante luz se tragГі la delgada figura bajo su sombrero triangular. Y preocupado pensГі como, bajo esa luz, y de ese lado podГ­a aparecer un ejГ©rcito de chinos armados. ВїPodrГ­a Г©l escapar deВ eso?

El Sol, cada dГ­a, subГ­a mГЎs y mГЎs, y con indiferente terquedad inexorablemente acercaba la primavera. Y antes de su apogeo Г©l deberГ­a estar en la Horda de Oro. AllГЎ languidecГ­a el joven Rustam y Tokhtamysh, en cualquier momento, podГ­a perder la paciencia.

La camella Shikha tambiГ©n volteГі la cabeza hacia el lado de Dunhuang y profundamente aspirГі el aire con sus fosas nasales bien abiertas. Claramente, ella sentГ­a el peligro que podГ­a venir de allГЎ. El peligro venГ­a de la gente y estaba destinado aВ otra gente. Estos animales bГ­pedos no pueden compartir este mundo tan grande, pensГі Shikha.



CAPITULOВ 11

Un lugar extraГ±o



Zakolov llegГі aВ la residencia estudiantil y lo primero que hizo fue visitar aВ los gemelos Peregudov. En la residencia los llamaban los yorochos, enfatizando el Yo. Estos estaban concentrados preparando sus morrales. En sus movimientos se veГ­a fundamento y experiencia.

– Que debo llevar? – preguntó Tikhon.

– Ropa sencilla y calientica. Y comida para el primer día. – respondió Vlad, el jefe del grupo.

De los dos gemelos, aВ ese lo consideraban el mayor. Como ellos mismos contaban Г©l habГ­a nacido quince minutos antes. Y aunque Г©l era extraordinariamente parecido aВ Stas, se veГ­a y hablaba mГЎs sГіlido.

Tikhon se fue aВ su habitaciГіn y rГЎpidamente metiГі, en una bolsa, ropa para trabajar y dos latas de carne conservada, que habГ­a traГ­do el dГ­a anterior de la casa paterna.

AВ la media hora, por la ventana, se oyГі la corneta de un automГіvil. Los gemelos llegaron corriendo aВ la habitaciГіn.

– Vámonos. Nos vinieron a buscar. – dijo o Vlad, o Stas. Los dos vestían chaquetas de lona verde y sombreros de soldado con los lados plegados, de tal manera que Zakolov no podía diferenciarlos.

El automóvil que los llevaría resultó ser un “UAZ” de la policía con una banda ancha azul a lo largo de la carrocería. Al volante iba el sargento Fedorchuk, bien conocido por Zakolov por el asunto del año anterior sobre la desaparición de las estudiantes. El sargento reconoció a Tikhon.

– Mira quien está aquí! Un viejo conocido – Casi gritó el sargento.

– Conocido, pero joven. – bromeó Tikhon. – Le deseo buena salud camarada general! Aquí estamos estos tres vagabundos a sus órdenes —

– Nada de etiqueta, por favor – las puntas del bigote se levantaron un poco, mostrando que le gustó como se dirigieron a él. – Soy Nikolay o simplemente Niko. Siéntense. —

– Espero que esta vez no me ponga en un calabozo. – preguntó Zakolov poniendo, en broma, voz de asustado.

– Si sigues con los chistes. – Se rio el sargento. – A propósito, ¿saben qué hacer cuando lleguen al sitio? —

– Nos instruyeron. – Corto y seco respondió por todos Vlad Peregudov.

Como siempre, por su tono de lГ­der, Г©l fue nombrado jefe de grupo.

“Y cuando lo instruyeron?”, Zakolov se rio en su interior.

Como jefe de grupo, Vlad se sentГі en el asiento de adelante. Tikhon y Stas, se sentaron atrГЎs.

– Fedorchuk, por qué todos los sargentos de la policía tienen bigotes? – riéndose, preguntó Zakolov

– ¿Si? Y directo el tipo. – Fedorchuk se alisó los bigotes y, pensativo, dijo, – Es para diferenciarnos de los militares. A ellos no se les permite, y nosotros somos voluntariosos. —

Tardaron cerca de dos horas en llegar donde iban. Apenas salieron de la ciudad, las seГ±as de la civilizaciГіn, poco aВ poco, desaparecieron. La carretera asfaltada dio paso aВ la de granzГіn. Pronto, bajo las ruedas, ya era la simple pista trazada, y al final, el auto iba en la propia estepa. Ya no habГ­a camino y las pequeГ±as piedrecitas crujГ­an bajo las ruedas.

Fedorchuk conducГ­a el auto lentamente, mirando al horizonte y, de vez en cuando, cambiaba la direcciГіn de movimiento.

– Vaya, como odio esta estepa pelada. – gruñía. – Aparentemente es inofensiva, pero, puedo caer en un hueco grande o atascarme en un arenero. Y si tienes que salir del auto por el viento, hay que tener cuidado con las culebras peligrosas y estos bichos con tenazas como los cangrejos: los escorpiones venenosos. Parece un escarabajo, y tiene tanto veneno que puede matar a un perro o un becerro, y hasta un hombre. —

– Los escorpiones no son escarabajos. Más bien son cercanos a las arañas. – aclaró Tikhon.

– Tú, ¡quédate tranquilo! – Graznó el policía como si estuviera disgustado.

– Además, en honor del escorpión han llamado una constelación zodiacal, hace varios miles de años. Quiere decir que hay algo particular en él. —

– Cual constelación? – preguntó Fedorchuk.

– Una del zodíaco. ¿No has escuchado hablar del zodíaco? —

– Ah! Eso. Mejor la debieron llamar hormiga, es inofensiva y más bonita. ¿Y que tiene de particular el escorpión? La culebra solo muerde, pero el escorpión tiene sus tenazas y el veneno en la cola. ¿Como puede la naturaleza soportar esa criatura? —

– En los países occidentales, los astrólogos hacen horóscopos a partir de los signos del zodíaco. – Stas intervino en la conversación. – Allá publican los horóscopos. La gente lee y cree en sus predicciones. Ojalá y publicaran los horóscopos aquí. —

– Astrología, alquimia. – Esas son pseudo ciencias antiguas. – Con autoridad expresó Tikhon. – En nuestro país, con nuestra alta instrucción, esos desvaríos no los leería nadie, aunque los publicaran. Eso es en los países del oriente donde los gobernantes tienen al pueblo poco instruido y así lo pueden controlar. —

– Y aquí, ¿estamos en el Occidente acaso? – se rio Fedorchuk, poniendo atención en el camino, buscando en el paisaje desértico una orientación.

– Aquí estamos en el verdadero Oriente. A cincuenta millas están los cohetes con los cosmonautas, y aquí, todavía la gente teme que algún hechicero los embruje. —

– Hechicería. Brujería…. Tonterías. – Tikhon sonreía. – No estamos en la edad de piedra. ¿Quién cree en eso? —

– A lo mejor, en Moscú, no creen. Pero vives en este desierto y te sorprenderías. Pregunta por ahí. – Fedorchuk movió su mano como abarcando todo el panorama. – Aquí, en quinientos años, probablemente, nada ha cambiado. Un lugar salvaje. No hay gente. Ni siquiera hay un camino.

– Miren! ¡Allá hay dos camellos! – Vlad señaló asombrado.

– Supongo que son del hechicero. Significa que llegamos. Puede ser que los camellos se hayan escapado. Por aquí pastorean como en su casa. —

Fedorchuk estirГі la cabeza sobre el volante, mirando aВ lo lejos, y por fin, vio el techo de un galpГіn largo y se alegrГі.

– Coño!, ¡lo conseguí! Hacía dos años que no venía y estaba perdido. Cuando comience la cosecha vendrán los camiones. El año pasado no vinieron estudiantes. Después de aquel asunto, los profesores tenían miedo de venir para acá. Entonces mandaron a todos al lugar de acopio, a cernir granos. —

– Después de cuál asunto? – se interesó Vlad.

Pero el automГіvil ya se aproximaba al galponcito, el sargento de la policГ­a miraba atentamente la construcciГіn y no escuchГі la pregunta.

– Llegamos. – ruidosamente informó Fedorchuk cuando detuvo el carro. – Aquí está su cueva. ¡Un hueco en ninguna parte! Pero para la juventud está bien. Perdido y lejos de la familia. ¿Es así, muchachos? —

– De todas maneras, estamos lejos de ellos. – Zakolov respondió por todos. – Y cincuenta kilómetros más, no significan nada. —

– Si, es una residencia. – asintió el sargento, recordando donde los había recogido. – De todos modos, aquí no es la ciudad. Aquí es otra cosa. —

Los muchachos salieron del auto y consideraron el lugar. En la estepa pelada, sin ГЎrboles y sin siquiera arbustos, estaban dos galpones alargados. Por los restos lamentables del cubrimiento de yeso que tenГ­an, se podГ­a adivinar que alguna vez las paredes fueron blancas. Entre los galpones habГ­a una mesa larga cubierta en un cobertizo. De un lado del toldo habГ­a una especie de parrillera con una gran plancha de hierro y la cual estaba prevista, aparentemente, alimentar con leГ±a. AВ su lado, en una pequeГ±a construcciГіn de ladrillo, habГ­a un tonel para agua. Al otro lado estaban los baГ±os, con paredes de madera. Todo esto estaba cubierto de polvo.

– Hace tiempo no venía nadie. ¡Dos años! Los mandaron para la mierda a ustedes, y de todos modos tienen que agradecer – Esto lo dijo Fedorchuk muy alegremente, como si tratara de espantar el silencio acumulado.

Después del zumbido ruidoso del “UAZ”, el silencio traía inquietud.

– Ahora, este es su campamento. Ahí están los galpones, ¡solo falta la alambrada con púas! – El policía se carcajeó solo con la voz, manteniendo la mirada seria como un director de orquesta, que, con un chiste rutinario, trata de despertar la sala al comienzo del concierto. – Es la tercera vez que traigo estudiantes para acá. Controlo la parte policial. La primera vez todo pasó bien, pero la segunda, faltó uno. Veremos cómo será ahora. —

DespuГ©s de estas palabras, el sargento Nikolay Fedorchuk callГі, como si recordara algo.

– Que pasó la segunda vez? – preguntó Vlad, sintiendo en las palabras del sargento una insinuación.

– Yo les aconsejo que, primero, preparen los sitios de dormir y la cocina. – Fedorchuk, de nuevo, había pasado al tono de alegría e ignoraba la pregunta de Vlad. – Y ahora, recojan sus provisiones. —

El policía abrió la maleta del “UAZ”. Ahí, tras los asientos, había un par de botellones de agua en medio de un montón de tablas sueltas.

Como aВ trescientos metros de los galpones habГ­a una especie de choza de la estepa con paredes descoloridas pero que nunca habГ­an sido elegantes.

– Allá vive alguien? – preguntó Tikhon al chofer.

– Un viejo kazajo, de barba blanca. Yo creo que tiene como cien años aquí. Ya estaba aquí cuando estos galpones no se habían construido. De común acuerdo con el instituto, él cuida de estos galpones. La gente del lugar lo considera un hechicero. —

– Hechicero? ¿Qué es ese delirio? Yo creía que ya habíamos hablado inteligentemente de eso en el carro – Dijo Tikhon, asombrado.

– Delirio o no, yo no sé, pero de él se dice cada cosa. Los lugareños no opinan, temen. Si no, hasta el último bombillo se lo llevarían. —

– Hay que ir hasta allá y decirle que somos estudiantes y no ladrones. – propuso Vlad.

– Pero yo no voy. De todos modos, él ya lo sabe. – y mirando de reojo a la choza, Fedorchuk se persignó.

– Como? ¿A él le informaron? – Preguntó Vlad, también en voz baja.

– Yo creo que él lo intuye. – el sargento dijo misteriosamente, después pasó a hablar con su voz alta normal. – Por allá, lejos, está el río. Y del otro lado, más lejos todavía, están los campos de arroz, donde tienen que echarle pichón. —

Fedorchuk se rio de su propio chiste. Tikhon mirГі hacia la direcciГіn indicada. AВ lo lejos, sobre la estepa amarillenta, apenas sobresalГ­a un terreno relleno y aplanado.

– Vamos a revisar si hay algo utilizable en los galpones. – propuso el policía. – Puede ser que el brujo nos haya dejado un muerto. —

– Usted siempre bromea? – se disgustó Stas.

– Cual broma? Hace dos años no conseguimos un cuerpo. —

Ahora fue Zakolov quien no pudo contenerse. Se parГі frente al sargento y le dijo con dureza.

– Diga Fedorchuk, ¿qué es eso que usted insinúa a cada rato? —

– Mmmm. – se enredó el sargento y dijo – El jefe me dijo que no los asustara mucho con historias viejas. —

– Cuente, cuente. – Le exigió Tikhon – Con sus omisiones nos asusta más. —

– Si, seguro que a ti te asusto. – se burló Fedorchuk. – Está bien, salgamos de eso, pero no fue nada horroroso. Hace dos años vino, como jefe de la brigada, el profesor Bortko de su instituto. ¿Han oído sobre él? No, claro, ustedes sólo tienen un año aquí. Simeón Mikhailovich Bortko era profesor de las materias del partido: historia del PCUS[5 - Nota del traductor: PCUS: Partido Comunista de la Unión Soviética.], filosofía y cosas de ese estilo. Como nos enteramos después, el vino porque quería estudiar la economía agrícola, no en teoría, sino en la práctica. Tenía sus ideas sobre eso, y ya estaba preparando una carta para las autoridades en Moscú. Pero eso no es importante. Lo importante es que un día desapareció. Desapareció sin dejar huellas. Aquí mismo. Todo el mundo lo acababa de ver y, de repente, ya no estaba. Después obtuvimos todos los detalles. El presidente del koljoz nos llamó. Yo vine para acá, con el jefe, Viktor Petrovich Petelin. Tú lo conoces, ¿verdad Zakolov?

Tikhon asintiГі, pero estaba muy pendiente del cuento del sargento.

– Bueno, llegamos aquí enseguida después de la llamada. Al principio pensamos que era una tontería, inclusive que podía ser una broma. Los estudiantes son tremendos, siempre están inventando algo, sobre todo si es un grupo grande. Pero resultó que era un asunto serio. Volvimos al día siguiente. Hasta ese momento, aunque los estudiantes estaban asombrados por la desaparición, pensaron que en la mañana el profesor aparecería. De todas maneras, ellos no podían comunicar eso antes. No hay línea telefónica. Bueno, llegamos Viktor Petrovich y yo, interrogamos a todos, y nos hicimos una buena idea del asunto. Eso sucedió antes de la cena. Todos los estudiantes habían vuelto del campo de arroz, o sea, había muchos testigos. Y entonces empezó una discusión entre el profesor y los estudiantes sobre este mismo brujo. Bueno, existe la materia y existe la conciencia. La materia es primero, y el pensamiento sin la materia no existe; y cosas así… Y ahí, uno dijo, que puede ser al revés. Que el flujo del pensamiento puede influir sobre la materia, y que el brujo local se dedica a eso… Y aquí, Simeón Mikhailovich se salió de sus casillas. “eso es ignorancia, – dijo – la filosofía marxista leninista no nos enseña eso. Ahora voy a traer al brujo ese y ustedes se convencerán que no es sino un viejo retrasado y medio analfabeto. Que sólo puede confundir cerebros más analfabetos que él, y no estudiantes soviéticos adelantados”. Y salió derecho a la choza. Allá.

Fedorchuk seГ±alГі la choza. Todos los muchachos lo siguieron, curiosos, con la vista.

– Todavía no estaba muy oscuro. – Fedorchuk continuó el cuento. – Todo se veía perfectamente, y decenas de ojos vieron como Bortko se dirigía a la choza. Inclusive dos estudiantes fueron tras él, pero se detuvieron ante la choza y no entraron. Y he aquí, que en el preciso momento en que Bortko entraba en la choza, desde aquella esquina del galpón, – Fedorchuk señaló al lado contrario – apareció el viejo brujo sobre un camello. Este resopló o mugió, no sé qué ruidos hacen esos jorobados, y todos los estudiantes voltearon hacia él. Uno de los estudiantes le dijo al viejo: “Él fue a su casa” y señaló a Bortko, quien ya entraba en la choza. El brujo miró hacia allá, puso cara de preocupación, algo gritó y corrió hacia la choza en el camello. No le gustó que entraran a su casa sin estar él. Eso se entiende. Cuando llegó cerca de la puerta, se bajó del camello, entró y enseguida invitó a los dos estudiantes a entrar.

Fedorchuk callГі, prendiГі un cigarrillo y fumГі.

– Bueno, así son las cosas. – Pensativamente miró hacia la choza.

– Luego, ¿que? – Tikhon no aguantó la larga pausa.

– Luego? – Fedorchuk, confundido, miró la casa. – Luego, nada. Simeón Mikhailovich Bortko no estaba en la choza. Allá no había nadie. La choza estaba vacía. Lo confirmaron los dos muchachos, quienes entraron primero, y el brujo, y los otros estudiantes que entraron después para ver con sus propios ojos. Petelin y yo llegamos la mañana siguiente. Revisamos la choza, por supuesto. No había ningunos muebles y era imposible esconder algo. Y además, para que iba a jugar a las escondidas el respetable profesor? —

– Extraña historia. – dijo, pensativo, Tikhon.

– Así son estos lugares. – con mirada aprensiva, Fedorchuk recorrió con la vista los alrededores.

– Y pasó mucho tiempo entre la entrada de Bortko en la choza y la de los estudiantes? – preguntó Tikhon.

– Dos minutos. ¿Cuánto tiempo se necesita para ir, en camello, de aquí hasta la choza? Y nosotros revisamos las paredes de la choza. – puntualizó Fedorchuk, previendo la siguiente pregunta. – El soporte es de maderas cruzadas. Una persona no puede pasar por esos espacios pequeños. Los estudiantes estaban cerca, no se oyó ningún ruido. —

– Y, de repente, Bortko no entró, sino rodeó la choza y se escondió en la estepa. – planteó Tikhon.

– Ahora se puede decir cualquier cosa. En aquel entonces todos dijeron que vieron a Bortko entrar en la choza. Y la estepa no es un bosque, no te puedes esconder muy rápido. Yo mismo pensé que pudo ser un espejismo. O el brujo hipnotizó a todo el mundo. ¡Y todavía! Al día siguiente el joven teniente Andrei Martynov se trajo un perro para buscar al profesor. Nosotros no tenemos sabuesos en la comandancia, pero un conocido de Martynov tiene un perro entrenado. Al perro le dieron cosas de Bortko para oler y lo soltaron. Al llegar a los galpones dio vuelta y se dirigió derecho a la choza. Entró, olió, hizo muecas y enseguida saltó y salió. Comenzó a frotarse, a lamerse, su boca se le hinchó y le salió saliva. Después se cayó y empezó a convulsionar. Estiraba las patas, chillaba como un niño y murió. El teniente lloró. Y hasta a mí me salieron lágrimas, viendo sufrir al perrito.

– Y que le había pasado al perro? – preguntó Vlad.

– Mientras moría el sabueso, el brujo sacó un escorpión negro de la choza. Dijo que el alacrán había picado al perro y él lo sostenía como si nada. Dejó caer la mano, el escorpión cayó al suelo y se fue. ¿Que tal!? – Fedorchuk sacó otro cigarrillo y, muy nervioso, fumó otra vez. – Las cosas y documentos del ciudadano Bortko se quedaron aquí. Todavía esperábamos que el apareciera por su casa o se encontrara en algún otro lugar. Pero desapareció su profesor, sin dejar huellas, desapareció. —

El sargento terminГі de fumar callado, con los ojos entrecerrados por el humo del cigarrillo sin filtro, aplastГі la colilla y se acercГі aВ la puerta del galpГіn. Los muchachos tambiГ©n callaron. DespuГ©s de esa historia recorrieron con la vista, de nuevo, el extraГ±o lugar: con atenciГіn y cautelosos.

En la puerta del galpГіn habГ­a un candado. Fedorchuk hurgГі en sus enormes bolsillos y sacГі un manojo de llaves. ProbГі, en el candado, una llave tras otra, hasta hallar la apropiada. El candado oxidado hizo ruido con las vueltas de la llave hasta que, al fin, abriГі su pesada argolla. Bajo la mano del sargento la puerta chirriГі desagradablemente, se columpiГі hacia afuera y descubriГі una boca negra rectangular. Arriba, como un diente curvo, apareciГі un colgandejo. Fedorchuk medio arreglГі el cuadro de la puerta y cruzГі el umbral.

Dentro del galpГіn, de un lado, habГ­a un largo corredor, y enfrente, unos grandes compartimientos cerrados. Los muchachos entraron al estrecho corredor tras Fedorchuk y miraron por una de las puertas. En la habitaciГіn semi oscura habГ­a literas metГЎlicas sin ropa de cama. Nikolay Fedorchuk accionГі el interruptor de la luz. No se prendiГі ningГєn bombillo.

– Ah! Hay que prender el interruptor principal. Allá en la última columna. Después entramos. —

– Hay que abrir las ventanas, para el aire. – Vlad se dirigió a las ventanas polvorientas y las abrió.

Zakolov, mientras tanto, curioseГі en los restantes compartimientos. AВ Г©l le pareciГі que, en alguno de ellos, el verГ­a el profesor desaparecido oВ lo que quedara deВ Г©l.

Fedorchuk, caminando ruidosamente, atravesГі todo el pasillo y con una llave del manojo, abriГі la Гєltima y pequeГ±a habitaciГіn sin ventanas. Esta estaba llena de cochones, colocados de manera desordenada.

– Ajá! ¡Los colchones! —gritó, alegre, el policía. – Ya yo lo decía, todo está en su puesto. Pónganlos en las camas. Pongan las poncheras de los lavabos cerca del comedor. —

Suavemente pateГі las poncheras de los lavabos. La ponchera de arriba perdiГі el equilibrio y cayГі al suelo. Stas, que se aproximaba, se agachГі para recogerla, pero enseguida la soltГі y bruscamente dio un salto atrГЎs.

– Miren, unos pies! – gritó, con voz temblorosa y jadeante, y señaló unas botas de lona dura que sobresalían de los colchones.



CAPITULOВ 12

Una voz en la oscuridad



Cuando escuchó la voz angustiada Tikhon gritó,”! Lo encontraron!” y salió corriendo a la despensa. En todo, a él le gustaba la precisión y la definición, no importando lo desagradable que fuera. Explicaciones por brujería y cosas del diablo a él no lo convencían.

Todos se aglomeraron para ver las suelas de las botas. ParecГ­a que alguien habГ­a escondido un cuerpo bajo los colchones. Hasta la nariz de Zakolov llegГі el olor rancio y el polvo de la habitaciГіn.

Los muchachos interrogaron con la vista al policГ­a. Un pГЎlido Fedorchuk se agachГі lentamente y cuidadosamente halГі una de las botas. Esta saliГі fГЎcilmente de los colchones.

– Epa! ¡Está vacía! – Nikolay, más tranquilo, tiró la bota a un lado. – Hasta a mí, un lobo experimentado, me avergonzaron. – Hay que prender la luz, de todos modos.

Todos salieron. Fedorchuk se dirigiГі al transformador, abriГі la puerta de este, soplГі el polvo del gran interruptor y cuidadosamente lo bajГі hasta hacer el contacto. Sonaron los terminales, y en algunas ventanas del galpГіn apareciГі laВ luz.

– Bueno, llegó la civilización. – Fedorchuk se alegraba con cada pequeño detalle, como un niño que hubiera encontrado un juguete olvidado. – Bueno, yo encuentro todo en orden. Tomen las llaves. Terminen de arreglar todo, si pueden, yo me despido. El jefe y yo tenemos planes para la noche. —

– Van a agarrar bandidos? – bromeó Tikhon.

– Aquí no hay bandidos, sólo huesos de camellos, pero, a veces, hay que disparar. – respondió serio Fedorchuk. – Bueno muchachos, pórtense bien. El resto de la gente llega mañana y traerán las vituallas necesarias. Y yo necesito llegar a la ciudad antes del anochecer. —

EntrГі al auto y le dio al encendido, pero antes de arrancar, desde la ventanilla gritГі, duro:

– Este es un lugar maldito, se los digo yo. Extraño. Pero no importa. En el día estarán bien, pero en la noche, ¡aguántense! —

Los muchachos, desde el sitio, acompaГ±aron al auto alejГЎndose. Pero cada uno pensГі: ВїQuГ© quiso decir el policГ­a, exactamente, con la Гєltima frase? ВїEstaba bromeando, oВ les advertГ­a sobre algo?

– Bueno chicos, pongámonos a trabajar. – después de una pausa, Vlad tomó para si las riendas del asunto.

Los muchachos revisaron el segundo galpГіn, el cual se diferenciaba del primero muy poco. Empezaron con la colocaciГіn de los colchones y almohadas en las camas. Al principio bromeaban haciendo eso, pero las camas eran demasiadas y cada polvoriento colchГіn era mГЎs pesado que el anterior. DespuГ©s Vlad propuso barrer un poco. De todas maneras, no habГ­a agua para una limpieza normal.

Cuando terminaron con el trabajo dentro de los galpones, los estudiantes colocaron los lavabos en dos planchas cerca de la cisterna y se dirigieron a la cocina. Aquí cargaron el horno de hierro con dos grandes quemadores y al lado pusieron un pequeño horno adaptado a un soporte semicircular. Desde un rincón un enorme samovar[6 - Nota del traductor: Samovar— tetera rusa característica.] de cobre miraba a los muchachos. El samovar parecía un viejito solitario y enfermizo. El grifo remembraba una nariz torcida dirigida hacia abajo, con una boca sin dientes, con las agarraderas como orejas protuberantes, con una arrugada tapa pasada de moda. Por añadidura, a través del polvo, se veían unos ojos arrugados.

Zakolov limpiГі la tetera, le tapГі los ojos al viejito y el samovar se alegrГі.

El horno y el samovar lo cargaron con madera oВ carbГіn. Tikhon estaba seguro que estos aparatos antiguos, hacГ­a tiempo, no se utilizaban en ninguna parte y solo se podГ­an ver en las casas de antigГјedades y en los museos. Los muchachos, con tristeza, miraban los enormes accesorios de cocina, llenos de polvo. Ya todos tenГ­an hambre.

– Hoy no utilizaremos esto. – Vlad expresó el estado de ánimo general.

– Cenaremos con los enlatados y el agua para el té, la calentaremos con la resistencia. —

OscureciГі rГЎpidamente. Tikhon prendiГі la luz. Sobre la mesa, aВ cielo abierto, solo se encendiГі un bombillo.

Los muchachos se sentaron aВ la mesa que ya habГ­an limpiado. Y enseguida descubrieron que una nube de mosquitos revoloteaba en la luz del bombillo. ParecГ­a que el bombillo servГ­a como faro y seГ±al para la reuniГіn de los mosquitos de la zona. Los zancudos formaban grandes nubes que parcialmente tapaban laВ luz.

Zakolov tratГі de apartar, con las palmas de las manos, los molestos zancudos. Esto no tuvo ningГєn efecto. La mano sentГ­a la resistencia, no solamente del aire, sino de una gruesa masa que se movГ­a. Tikhon nunca habГ­a visto una reuniГіn tan densa de mosquitos. QuizГЎs estos mosquitos nunca habГ­an visto una luz artificial y venГ­an solamente por curiosidad. No, moviГ©ndose por instinto, muchos de ellos iban alegremente hacia los dorsos de las manos y rostros de los muchachos.

– Vienen de los campos de arroz. Allá todo está inundado y en el verano se reproducen – Tikhon sacó la triste conclusión. – Como haremos con ellos?

LevantГі la taza de hierro con tГ© caliente. En el tГ© ya nadaban algunos mosquitos, y en la superficie ya se apilonaban decenas de sus compaГ±eros. AВ todos los atraГ­a el lГ­quido dulce y caliente, como si quisieran zambullirse allГ­. Y asГ­, los tontos zancudos caГ­an, uno tras otro, dentro de la taza y se quedaban ahГ­, sin importarles el desesperado pataleo.

– Esto ya no es té, es una sopa. – se quejó Zakolov y apartó la taza.

Cientos de zancudos zumbaban, en un tono agudo y antipГЎtico. De repente, Zakolov, aВ travГ©s de ese zumbido, escuchГі una suave e insinuanteВ voz:

– Hola, Tikhon. —

Zakolov se estremeciГі. Vlad y Stas, sentados enfrente, estaban concentrados, con sus tenedores, en la lata de conserva. Era evidente que ellos no habГ­an escuchado nada.

AВ Tikhon le pareciГі que la voz vino de atrГЎs, aВ su espalda. Cuidadosamente se volteГі, pero no vio aВ nadie. La escuГЎlida luz del bombillo sucio no iba muy lejos en esa noche negra. ВїSe lo habrГ­a imaginado?

– Bienvenido a la estepa – de nuevo se escuchó la desagradable voz.

Tikhon recordГі las palabras del sargento acerca del brujo y le dio escalofrГ­o. Pero esta vez los hermanos si escucharon y dejaron de masticar. Con las bocas abiertas, trataron de ver de dГіnde venГ­a laВ voz.



CAPITULOВ 13

ВїDГіnde estГЎ Fedorchuk?



Bueno, ¿dónde se habrá metido Fedorchuk?, sentado en su oficina, ya estaba disgustado el mayor Petelin. El vicerrector del instituto había pedido que llevaran los estudiantes al koljoz, comprobar que allá, todo estuviera bien y, en general, hacerlo como todos los años. Fedorchuk hizo lo que tenía que hacer allá y al regreso, se fue a pasear? Ya son las diez y ni el sargento ni el carro están aquí. Y él sabe, coño, que hoy en la noche tienen que ir a cazar saigas[7 - Nota del traductor: Saiga— Una especie de antílope de la estepa centro asiática.]. ¡Ya antes nos habíamos puesto de acuerdo! Y ya el mayor tenía su botella preparada, y no una blanca cualquiera, la propia coloreada, ¡“La Cazadora”! La que no se consigue, la que pica en la garganta, la que calienta en el frío y lo más importante, ¡mejor nombre no puede tener!

¿Nos echamos una copita ahorita?, pensó el cansado mayor. No, esta botella hay que dejarla para el comienzo de la caza. Cuando apenas sales a la estepa nocturna, abres cualquier vidrio del “UAZ”, cargas el arma, sientes las vigorizantes puntadas de la emoción, y es en ese momento que hay que echarse un palito, para calentarse y para tener suerte en la caza. Después prendes la luz alta, y adelante, a la estepa abierta, a perseguir los saigas.

Ahora hay bastantes. Acumularon grasa en el verano, preparándose para el invierno. En este momento su carne es más jugosa. Lo más importante es lo rápido que hay que encontrar la manada, mientras tienes el entusiasmo y el ánimo, que están a su máximo. Y cuando ves a los gordos antílopes de la estepa, aceleras la máquina y ¡a la persecución! Esos muérganos con cuernos, pueden correr a setenta kilómetros por hora, pero nuestro “UAZ” puede ir a cien. Y no les dura el aire para respirar. El hierro con gasolina es más fuerte que cualquier bestia.

ВЎY aquГ­ estГЎ el rifle! Ya cargado. Y me llevo las pistolas, por si acaso. LГЎstima que no tenemos una carabina y mucho menos un fusil automГЎtico, como los militares. Y con un automГЎtico, cuantos goles no marcarГ­amos ВЎSin mucho esfuerzo!

Pero con un automГЎtico no es interesante. Ves la manada, te paras en el medio de la estepa y le das para todos lados. Las balas son suficientes. Esto es una satisfacciГіn, pero para tenienticos nuevos. ВЎEn el momento de la caza todo el gusto estГЎ en la persecuciГіn! Cuando ves, ante ti, como parpadean esos traseros grasientos aВ la luz de los faros. El carro lo tiras por los mogotes, los saigas saltan, y es necesario saber tener los saltarines en la mira y poner el proyectil en el blanco. No es lo mismo estar en la galerГ­a de tiro y darle aВ un blanco fijo.

Pero el mayor tiene una gran experiencia en esa caza. HabrГЎ presas.

Petelin se imagina claramente, frente a sus ojos, las chispas de ese fuego emocionante, y en su garganta, el gusto de la bebida vigorizante en el aire fresco. Epa! ¿Qué voy a esperar? La “Rusa” blanca, que compramos esta mañana junto con la carne, se puede descorchar ahora.

Viktor Petrovich sacó de su maletín la botella de vodka, le quitó, con los dedos, la fácil tapa que tiene una “lengüita”, ya que en los últimos tiempos, la fábrica ha empezado a economizar en esas tapas. Se sirvió dos tercios de un vaso. Se contuvo: “Por ahora está bien”.

Lentamente, en varios tragos, bebió el agradable líquido. El policía metió la mano en el maletín y sacó, envuelto en periódico, un tomate grande, del tipo “Corazón de buey”. Mordió la jugosa pulpa roja y el mayor, con satisfacción, se dijo: al menos algo bueno crece en este infierno kazajo. Ni por el carrizo se dan los pepinos, no importa cuánto los riegues, las hojas se ponen amarillas y se caen. Y los frutos se doblan ya temprano. Pero los tomates parece que aman el sol. Mira que gordos salen, carnosos y enormes. Más de medio kilo llegan a pesar. Lástima que no se puede echarles sal.

Las patillas tambiГ©n crecen aquГ­, y los melones. El mayor recordГі algo. SerГ­a bueno mandar aВ Fedorchuk aВ un koljoz, para que traiga melones. Ahora ya maduraron, se pusieron amarillos, las cГЎscaras ya se cubrieron de venitas y ya se siente el aroma. Claro, no estamos en UzbekistГЎn y los melones no son de aquel tipo, no tan jugosos, pero son gratis y hasta un quintal se puede recoger.

ВїPero dГіnde estГЎ Fedorchuk con el carro? Ya empieza la noche y es el momento apropiado para salir aВ buscar esa carne tonta que estГЎ saltando en cuatro patas.

ВїCuГЎntos saigas debemos cazar hoy? Cinco serГ­an suficientes. Uno para mГ­, uno para Fedorchuk, un tercero para los muchachos de la comisarГ­a. El cuarto, probablemente se lo doy al procurador. Claro, ellos podrГ­an cazar los suyos, pero hay que mostrar cierto respeto, trabajamos juntos, tenemos un objetivo comГєn. Hay que darles un macho, robusto, con cuernos largos.

Los militares aman esos cuernos que rompen crГЎneos, para ponerles barniz y ponerlos en cualquier placa de madera tallada. Entre los soldados hay bastantes que pueden hacerlo muy bien y los ponen bonitos. Y despuГ©s esos oficiales se regalan, entre ellos, esas producciones de arte, fanfarroneando y bromeando. Viktor Petrovich tiene, por supuesto, de esos cuernos. AhГ­, en la entrada de la oficina, tiene unos colgados. Es cГіmodo colgar la gorra ahГ­, inclusive lanzarla desde algunos metros.

Y la quinta pieza de la “compra”, se la llevamos a Kupchikha, Petelin pensó saboreándose. Esta kazaja Kupchikha, que vivaracha que es, vende vino y vodka tarde en la noche. Claro, todos los desvelados de la ciudad van para allá. No importa que quede a cuatro kilómetros, de todas maneras, van. ¿Y donde más puedes comprar? Los almacenes cierran a las ocho y los restaurantes a las once. Y en los almacenes no siempre hay vodka. Donde Kupchikha siempre hay, más cara, por supuesto. Eso es, la quinta saiga se la llevamos cuando volvamos en la mañana. Sería bueno que la saiguita sea joven, para que la carne sea más tierna. Y allá desayunamos. La diligente Kupchikha nos escogerá el filete más tierno y nos lo asará ahí mismo en el patio.

El mayor cerró los ojos y se imaginó un colorido acorde final en la suite de nombre “Caza de los saigas”. El olor de la carne sangrienta asada en un fuego vivo, en un aire matinal lleno de vida, multiplicador de un ya existente apetito de fiera, después de una noche movida, y con una buena vodkita.

ВїQuГ© mГЎs hace falta aВ un tipo cansado, de regreso aВ su hogar con una buena producciГіn?

“Pero donde diablos está Fedorchuk?” – de nuevo se disgustó Petelin y se sirvió otro medio vaso de vodka. La mitad del gran tomate rojo, carnoso y jugoso, resaltaba en la mesa. Bueno, vamos a terminar de comerlo, pensó Viktor Petrovich, levantando el vaso hacia sus labios.

De repente, la puerta de la oficina se abriГі y en el umbral apareciГі Fedorchuk. Su mano derecha, pegada al pecho, estaba cubierta por un trapo grande y sucio.

– Dónde estabas? – de mal humor y sorprendido, gritó el mayor.

– Mire! ¿Para qué le cuento?! – indignado, el sargento levantó la mano izquierda.

– No. Cuenta! ¡Cuenta! – gruñó Petelin. Ya terminaba de comerse los restos del tomate. – Cuenta con detalles. —

– Mire! Le estoy diciendo. – Fedorchuk trató de concentrarse. – Derechito por la estepa regresaba. Todo iba normal, pero cuando doblé en la línea del tren apareció un pedazo de hierro grande, no lo pude evitar y le di. De algún tren se cayó, o de un tractor. Bueno, se metió bajo el carro cerca de la rueda y la trancó. Levanté el carro con el gato y traté de quitar la rueda. No pude, coño. Y usted sabe que no tenemos herramientas. Metí las dos manos y traté de sacar el pedazo de hierro con toda la fuerza. El carro se balanceó hacia mi lado, el gato voló, la rueda se rompió y ¡la palanca del gato me dio con fuerza en la mano! Mire. —

El sargento levantГі el trapo sucio y mostrГі la mano.

– El hierro ese me rasgó la palma de la mano hasta el hueso. Y lo peor, por añadidura, es que no podía sacar la mano de debajo del carro. Y siquiera hubiera pasado un tipo por ahí, pero usted sabe, el desierto… Yo grité y grité, y empecé a excavar debajo de la mano. Al fin la saqué y mientras la limpiaba, afortunadamente tenía agua en el carro, pensaba como iba a levantarlo. El gato se había quedado debajo. Me traje el carro así, varias horas, la mano me duele mucho. Vine directo para acá. —

– Siempre te pasa algo. – murmuró el mayor. – Tenemos que irnos para la caza. —

– ¿Cual caza, camarada mayor? Me gustaría, pero tengo que ir al hospital. Es una herida seria en la mano. Mire, – Fedorchuk dio un paso hacia la mesa, se quitó el trapo otra vez y le puso al mayor la mano frente a la cara.

– Aparta esa mano. – arrugó la cara Petelin. – Tú eres el que siempre me llevas. ¡No se puede confiar en nadie! – El mayor miró la botella y se suavizó. – Tómate un trago y ve para el médico. —

El jefe y el subalterno se bebieron el resto del vodka. Petelin sacГі otro tomate grande del maletГ­n y lo cortГі por la mitad.

– Come. – le alcanzó el fruto rojo a Fedorchuk. – Quedó bastante gasolina? ¿No nos pasamos del límite? —

– Hoy es primero de septiembre. Empieza un nuevo mes y tenemos un nuevo límite. En el tanque hay bastante. —

– Ya septiembre. – dijo, pensativo, Petelin e hizo un gesto hacia la mesa. – Déjame las llaves. —

El sargento puso las llaves en la mesa y preguntГі, temeroso:

– Puedo irme? —

– Vete. —

Viktor Petrovich no querГ­a, absolutamente, cambiar sus planes. Especialmente habГ­a dormido mГЎs que de costumbre, agarrГі todo lo que necesitaba, llegГі aВ la oficina despuГ©s de almuerzo, en traje de campaГ±a, por cierto, nuevo. Con el intendente hizo un trueque por ancas de saiga. ВЎY el dГ­a siguiente lo tenГ­a libre! Si no era esta noche, ВїcuГЎndo tendrГ­a otra oportunidadВ asГ­?



CAPITULOВ 14

Hassim. El escape desde China



Hassim, enseguida, tomГі muy en serio las palabras del pequeГ±o Shao, acerca del peligro que corrГ­a la caravana. El viejo Zhun ya le habГ­a advertido sobre algo semejante. El negocio con la pГіlvora se habГ­a hecho y engaГ±ar oВ mentir al experimentado comerciante chino no era posible.

HacГ­a muy poco que los chinos se habГ­an liberado del poder de los mongoles y los habГ­an expulsado al norte de la gran muralla. Durante muchos siglos la amenaza al imperio celestial vino de allГЎ. Pero ahora, toda China miraba con preocupaciГіn hacia el occidente.

AllГЎ habГ­a tomado fuerza el despiadado TamerlГЎn, y nadie sabГ­a hacia donde dirigirГ­a sus ejГ©rcitos la prГіxima vez. Desde tiempos antiguos los gobernantes de un paГ­s trataban de conseguir informaciГіn de las ciudades y paГ­ses vecinos aВ travГ©s de los comerciantes que transitaban sus tierras. Y frecuentemente, los datos obtenidos los utilizaban para conseguir pГ©rfidos fines militares. Por eso, los poderes de todos los paГ­ses se relacionaban con los comerciantes extranjeros de una manera cautelosa, sospechando siempre que eran espГ­as.

Hassim sabГ­a perfectamente como una noche, en la ciudad de Otrar, destrozaron una caravana que venГ­a del paГ­s de Gengis Kan, considerГЎndolos exploradores enemigos. En ese tiempo, en Asia central, todavГ­a no sabГ­an quiГ©n era ese kan Gengis, y pensaron que, de esa manera, lo iban aВ asustar. Pero eso solo hizo que Gengis se enojara aВ nivel de ira, y pronto todo Otrar fue cubierto en la sangre de miles de sus habitantes.

Por un momento, Hassim apartГі sus pensamientos de preocupaciГіn y cariГ±osamente mirГі aВ su camella Shikha resucitada. Que milagro la salvГі? El mismo habГ­a visto como ella habГ­a expirado. Y ahГ­ estГЎ ella ahora, llena de fuerza. Solo la lana en las jorobas se encaneciГі.

El todopoderoso le da, otra vez, una buena seГ±al. En una larga caminata, un camello mГЎs, nunca sobra.

Shikha miraba aВ lo lejos, hacia allГЎ, de donde acababa de llegar junto con Shao. AВ Hassim le pareciГі, con asombro, que la mirada de Shikha, normalmente apГЎtica e indiferente como en todos los camellos de carga, ahora era aguda y de preocupaciГіn. ВїSolo le pareciГі?

AmanecГ­a. El sol se levantaba sobre el valle. Shaken, el jefe de seguridad, intranquilo por las palabras del chino, ya habГ­a dispuesto la preparaciГіn rГЎpida para el camino. HabГ­a que partir rГЎpido, antes que aparecieran los perseguidores. Pronto estuvo lista la caravana para partir. Mientras esperaban, Shaken observaba aВ Hassim.

En esos momentos, Hassim siempre recordaba el dicho chino: Inclusive, un camino de mil millas comienza con el primer paso. ВїCuantos pasos de esos ya habГ­a hecho Г©l? Esta vez Hassim decidiГі quedarse al final de la caravana, para ser el primero para ver la posibilidad del peligro.

Todos esperaban su señal. Shikha estaba a su lado. “Oh, todopoderoso Alá danos la fortuna de salir con bien de China”, pidió en voz baja el comerciante.

Г‰l quiso dar la orden de partida al principal conductor de la caravana, pero en ese momento, Shikha, emitiГі un quejido que le venГ­a de las entraГ±as. Ella nunca se habГ­a quejado de esa manera. Hassim se volteГі. MirГЎndolo fijamente estaban los grandes ojos preocupados de la camella. De nuevo hizo su extraГ±o quejido y dirigiГі su cabeza hacia el lado de las montaГ±as. AВ Hassim le pareciГі que ella querГ­a decirle algo.

ВЎEl mudo animal trataba de explicarle algo!

Shikha, de nuevo, lo mirГі particularmente, y de repente, Hassim, olvidГЎndose de las preocupaciones, inmediatamente se sintiГі muy tranquilo y como si no estuviera en una tierra extranjera peligrosa, sino en su hogar. La camella se volteГі y rГЎpidamente se fue caminando hacia las montaГ±as, moviendo las inusuales jorobas. Se alejГі sin mirar hacia atrГЎs. Hassim se le quedГі mirando, y sin darse cuenta, hizo la seГ±al para que la caravana la siguiera.

El camino trillado tomado por muchos de los caravaneros era por la llanura aВ lo largo del rГ­o. AhГ­ estaban los pueblos conocidos de Hassim, donde era posible conseguir comida, descansar y conocer las Гєltimas noticias. MГЎs adelante donde el rГ­o hacГ­a una curva fuerte habГ­a un puente, el cual utilizaban todos los viajeros. ВїNo fue de este puente que advirtiГі Shao? Puede ser que los chinos pensaran que el extranjero Hassim quisiera volar ese puente. Entonces, justo por este camino, los ejГ©rcitos chinos iban aВ perseguir la caravana.

Pero Shikha escogiГі otro camino; por los pasos montaГ±eros. Por ahГ­, las caravanas comerciales nunca iban. Hassim no conocГ­a este camino, pero cuando Г©l ordenГі aВ la caravana seguir aВ Shikha en direcciГіn aВ la montaГ±a, estaba inusualmente tranquilo y seguro de haber tomado el camino correcto.

DespuГ©s de algunas horas, la caravana ya subГ­a por la serpentina de la montaГ±a. En una de las curvas, Hassim, como iba de Гєltimo, mirГі hacia atrГЎs. Abajo se abrГ­a la llanura que hacГ­a poco habГ­an abandonado. En ese lugar ya amanecГ­a, y el conjunto de fogatas apagadas mostraba donde acampГі el ejГ©rcito de jinetes armados. El sol brillaba en sus cascos. Hassim dedujo que estos eran los perseguidores. Ya los caballos estaban listos y entonces los jinetes se lanzaron al galope, hacia el oeste, por el camino caravanero principal.

RГЎpidamente, Hassim se escondiГі tras un peГ±asco, cuidГЎndose de que los chinos no vieran su pequeГ±a silueta.



CAPITULOВ 15

Encuentro con el brujo



Los hermanos Peregudov, tensos, miraban hacia la oscuridad, sin importarles las picadas de los zancudos. Era obvio que la desagradable y extraГ±a voz los habГ­a asustado mucho.

En ese momento, la negra neblina homogГ©nea se puso en movimiento. Algo en ella se balanceo y aВ la luz, sin hacer ruido, apareciГі una figura oscura. El aparecido estaba vestido con una burda chaqueta acolchada y abierta, y sobre la cabeza un feo y grande sombrero de fieltro, terminado en punta, y cuya visera le oscurecГ­a el rostro.

El primer pensamiento de Zakolov fue: Вїeste es el famoso brujo? ВїPero como supo mi nombre?

El desconocido se acercГі, la sombra en la cara disminuyГі y aВ la luz se mostrГі un rostro plano, con ojos rasgados y una sonrisa tГ­mida.

No, pensГі Tikhon, el brujo debe ser viejo y este, aunque estГЎ vestido extraГ±amente, es joven y sin barba. ВЎEspera! AВ Tikhon le parecieron unos rasgos conocidos en el rostro kazajo. En alguna parte, Г©l ya habГ­a visto esa sonrisa tГ­mida, tambiГ©n, saliendo misteriosamente de la oscuridad.

– Soy yo, Murat. – se presentó el desconocido y sonrió más abiertamente.

– Murat?! – Tikhon reconoció al muchacho, el cual había encontrado hacía un año, en el patio del instituto. – Que estás haciendo aquí? —

– Yo vivo aquí, con mi abuelo. – Murat señaló hacia el lado donde estaba la choza.

– Ah, ¿tu abuelo es el brujo? – Tikhon preguntó, en voz baja.

– Que brujo nada. – se ofendió Murat. – Es un anciano sabio, ha vivido mucho, sabe mucho y a veces predice el futuro. Por eso es que la gente lo llama brujo. Pero entre nosotros, los kazajos, el nombre shaman se considera honorable. – Murat respiró hondo y agregó. – Es verdad que con frecuencia lo llaman brujo. —

– Predice el futuro? – preguntó, asombrado, Vlad.

– En eso no hay nada sobrenatural. El entiende las leyes de la naturaleza y la esencia del ser humano, y sobre esta base, saca sus conclusiones. Eso asusta a la gente bruta, pero ustedes son inteligentes, ¿no? En la entonación se sintió lo retórico de la pregunta.

Los muchachos asintieron inseguros. Zakolov estaba convencido de que, en la vida normal, los brujos no existГ­an. Pero aquГ­, en el medio de esta estepa salvaje, no habГ­a visto nada normal, hasta ahora.

– A propósito, el abuelo los invita a la casa. – dijo Murat. – Vine para eso. —

– ¿Nos invita?, ¿a nosotros? – asombrado y cauteloso, preguntó Vlad.

– Si, vamos. Aquí se los van a comer los zancudos. En la choza no hay. —

Los hermanos Peregudov se miraron inseguros.

– Vamos. – se animó Tikhon. Los insistentes insectos lo tenían fastidiado.

Sin apuro, los muchachos se levantaron y silenciosamente siguieron aВ Murat. Cuando abandonaron el cono de luz, la oscuridad era total. Los estudiantes iban mirando al suelo con atenciГіn, para no tropezarse en ese camino desconocido. Solo Murat caminaba seguro y rГЎpido. De vez en cuando, Г©l se detenГ­a para esperarlos.

Cerca de la choza se detuvieron. AquГ­ no llegaba ninguna luz artificial, y solo el brillo de las estrellas y el comienzo de cuarto creciente, permitГ­an diferenciar el contorno de los objetos. Cerca de la entrada de la choza, en una pequeГ±a estufa parpadeaban unos carbones apagГЎndose. Hacia un lado se veГ­an las siluetas de dos camellos grandes. Si estaban parados sin moverse, Tikhon no podГ­a notarlo.

– Llegamos. – dijo, deteniéndose, Murat.

AВ Zakolov le pareciГі que la determinaciГіn, con la cual los habГ­a invitado, desapareciГі. En ese momento, en alguna parte, lejos, en la estepa, se sintiГі un aullido lastimero. Los camellos voltearon las cabezas en direcciГіn del aullido y se quedaron quietos.

– Que es eso? – Vlad se estremeció.

– La estepa. – Murat lo dijo como si estuviera hablando de alguien vivo. Volteó y miró hacia la oscuridad. Después se dirigió a la choza a grandes zancadas. – El abuelo espera. —

Murat apartГі una gruesa cortina de fieltro, la cual cerraba la entrada de la choza y entrГі. Los muchachos lo siguieron y entraron uno porВ uno.

La choza estaba iluminada por una lГЎmpara pequeГ±a de kerosГ©n. El piso de la entrada tenГ­a un felpudo y el resto del lugar estaba cubierto por alfombras variadas. Al lado de la pared lejana, frente aВ la puerta, en almohadones estaba sentado el viejo con su barba canosa, triangular y terminada en punta. Estaba vestido con una bata ancha, con filigranas, pero de colores suaves, y con un gorro pequeГ±o, algo maltratado. Algo en el amplio rostro le pareciГі extraГ±o aВ Tikhon, pero mirarlo fijamente era incГіmodo.

– Abuelo, traje a los estudiantes. – avisó Murat.

– Salam aleikum. – y tres veces el anciano inclinó la cabeza.

– Buenas noches. – los muchachos respondieron con deferencia.

– Pasen, siéntense. – propuso Murat, mirando al anciano, y les mostró las almohadas, que estaban colocadas alrededor de una vasija plana tapada con un paño sencillo. – Este es mi abuelo, se llama Bekbulat. —

Murat se quitГі los zapatos. Lo mismo hicieron los muchachos. Cuidadosamente se fueron caminando hacia la alfombra y se sentaron en las almohadas dispuestas en forma circular. Murat presentГі aВ Tikhon y mirГі interrogativamente aВ los gemelos. Vlas y Stas dijeron sus nombres, mirando con aprehensiГіn, al anciano. Tikhon resultГі al lado del dueГ±o de la choza. El observГі la posiciГіn de las piernas del viejo kazajo y tratГі de sentarse de la misma manera. Las rodillas se separaron, y al cabo de cierto tiempo la ingle le empezГі aВ doler por la posiciГіn no acostumbrada. Los hermanos tambiГ©n trataron de sentarse de la misma manera, pero despuГ©s no aguantaron.

El anciano destapГі la vasija que estaba en el centro y, con un gesto, invitГі aВ los muchachos aВ comer. La choza se llenГі de un denso aroma de arroz caliente aderezado con especias. Primero fue el viejo que agarrГі una cuchara y tomГі arroz de la vasija. Uno por uno, los muchachos tomaron sus cucharas y empezaron aВ comer. El arroz desmenuzado mantenГ­a los diferentes sabores y un ligero olor de las brasas quemadas. Comieron en silencio. Los hermanos dijeron algunas palabras elogiosas sobre lo sabroso de la comida, pero el anciano sabio solo asintiГі con la cabeza y no dijo nada. De reojo, Tikhon mirГі al brujo del lugar, quien estaba sentado aВ su lado, pero solo vio una mejilla grande que escondГ­a la nariz y los ojos.

Cuando el propietario de la choza terminГі de comer y colocГі la cuchara, Murat recogiГі la vasija vacГ­a. En su lugar colocГі cinco tazas iguales sin asas y una tetera grande de porcelana. Bekbulat miraba los movimientos del nieto y, una vez, asintiГі de manera discreta. ParecГ­a que, bebiendo tГ©, si se podГ­a charlar.

Zakolov buscГі un paГ±uelo en su bolsillo, para limpiarse los labios, pero sus dedos notaron el papel con el dibujo, que le habГ­a dado Anatoli Kolesnikov. De repente le vino la idea de preguntarle al anciano sobre el dibujo. Seguramente le gustarГЎ mostrar sus conocimientos del lugar.

– Abuelo Bekbulat, ¿usted no sabrá, por casualidad, donde está este lugar? – preguntó Tikhon y le dio al viejo el dibujo donde estaba el río, la cruz y los camellos.

El brujo tomГі el papel, lo mirГі con atenciГіn y se quedГі callado. El silencio durГі largo rato. Tikhon pensГі que el anciano no entendiГі el dibujo y le daba pena preguntar.

– Esa culebra es el río Sir Daria – explicó, acercándose al viejo, y pasando el dedo a lo largo de la línea curveada. Después mostró la cruz y preguntó: – Donde puede estar este lugar? ¿Usted no conoce aquí algo parecido? —

Tikhon quitГі el dedo y apenas en ese momento se dio cuenta de que la crucecita tenГ­a un trazo vertical mГЎs largo y por eso parecГ­a la representaciГіn de un sГ­mbolo fГєnebre. Zakolov se sintiГі incГіmodo por lo negligente del dibujo.

Ya no se sintiГі bien y se apartГі, tratando de pasar desapercibido.

Bekbulat apartГі la vista del dibujo y lentamente dirigiГі su rostro hacia Tikhon. Los pГЎrpados grandes de pestaГ±as cortas casi escondГ­an los ojos completamente dejando, apenas, unas delgadas rendijas oscuras. De repente esos ojos brillaron y el brujo dirigiГі una mirada penetrante al rostro de Zakolov. Dio la sensaciГіn de que la luz no se reflejaba en los ojos oscuros del sabio anciano, sino que brillaban desde adentro. Pero no fue eso lo que mГЎs golpeГі aВ Tikhon. Sino que, bajo los ojos del viejo, allГ­, donde debГ­a comenzar la nariz, se levantaba como una especie de gancho. Bajo Г©l, habГ­a dos huecos feos. Nariz, como tal, no habГ­a. En su lugar, se veГ­a una piel morada con cicatrices burdas.

Involuntariamente, Zakolov apartГі la vista. Por esos detalles el rostro del viejo se veГ­a perverso y provocaba miedo. No es extraГ±o que lo consideren brujo, pensГі Tikhon y tratГі de apartarse sin que se notara.

– Quien hizo el dibujo? – claramente preguntó el anciano.

– Un amigo. Pero eso no importa. – se apresuró a responder Tikhon. – Simplemente queremos buscar este lugar. —

– Para qué? – preguntó el brujo.

– Como decirle? – Zakolov trató de mirar a otra parte, pero los feos huecos y los ojos penetrantes del viejo se clavaron como arpones en su cara. Solo en este momento Tikhon consideró: Por qué Anatoli, que lo que es, es un comerciante, tiene interés en esta búsqueda? Para Tikhon, el dibujo y el mapa se veían como condiciones de un problema lógico interesante, que necesitaba una solución no standard. Y recordó que Anatoli habló de un camello particular. Había que explicarle eso al viejo. – Es posible que este lugar tenga algún interés desde el punto de vista de la arqueología o la paleontología. Queremos cavar ahí, simplemente. —

Tikhon sonriГі afablemente, pero sus palabras no tranquilizaron al anciano. El brujo otra vez moviГі los ojos perturbado y se dirigiГі aВ Murat en kazajo.

– Mi abuelo pregunta que es paleontología. ¿Como explicarle mejor? – Murat tradujo la pregunta.

Tikhon trato de responder con palabras sencillas:

– Bueno, eso es cuando se buscan huesos y cráneos de hombres o animales que murieron y, a través de ellos, determinar, quien era, como murió y cuando sucedió. —

Bekbulat midiГі aВ Zakolov con la misma mirada penetrante, pero esta vez abarcГі toda su fisonomГ­a, como para recordar muy bien aВ la nueva persona. DespuГ©s el sabio anciano devolviГі el papel con el dibujo y medio afirmando, medio preguntando, dijo:

– Tu nombre es Tikhon? —

– Sí. —

– Vamos a beber té. – propuso Bekbulat y no dijo nada sobre el dibujo.

Murat llenГі las tazas con tГ© verde aromГЎtico. Afuera se escuchГі un apagado, pero bien diferenciado grito, parecido aВ un aullido. Este era muy parecido al que los muchachos habГ­an escuchado antes de entrar aВ la choza. Era alargado, monГіtono e inexplicablemente alarmado.

– Shikha. – se hizo escuchar Bekbulat.

– Shikha? – se asombró Murat. – Ella? —

– Sí. – confirmó el viejo. – Volvió. —

– Quien es Shikha? – Tikhon preguntó cautelosamente.

– Una camella salvaje. – respondió Murat, y dirigiéndose al viejo: – Cuéntales, abuelo. —

Sin apurarse, Bekbulat soplГі en la taza, que sostenГ­a entre sus manos trenzadas, cuidadosamente bebiГі un trago, y comenzГі:

– El año pasado, ella me robó a Baraz, el camello más fuerte. Después Baraz volvió, pero enseguida murió. Shikha tomó toda su fuerza. Así ha sucedido desde tiempos inmemoriales. Ella siempre hace eso. Ahora ella debe tener un cachorro, la nueva Shikha. Ella la llevó a la tierra de sus antepasados. Yo sabía que iba a volver pronto. —

– Y por qué grita? – se interesó Tikhon.

– Si Shikha grita, eso es malo. Algo no le gusta, no le gusta nada. – dijo el viejo, y en su feo rostro había una clara preocupación.



CAPITULOВ 16

La cacerГ­a de saigas



En vez de Fedorchuk, ВїaВ quiГ©n llevo para la cacerГ­a?, pensГі el mayor. ВїPuede ser el vecino, el profesor del instituto? Г‰l no sabe disparar, pero puede conducir el carro y no va aВ despreciar un pedazo de carne gratis. Y aВ Г©l lo que le hace falta es un chofer. Nos vamos con Г©l y le hablamos para que no se duerma, decidiГі el mayor.

Petelin agarrГі el rifle, el bolso con los pasapalos y municiones, y se montГі en el auto. AlejГЎndose, apurado, de la comisarГ­a, notГі que alguien venГ­a, por el camino solitario en la direcciГіn contraria, y era el teniente Martynov. El freno chirriГі.

– Martynov, para dónde vas? – Petelin le gritó, saliendo del carro.

– A la comisaría, camarada mayor. Estoy de guardia. – Martynov le respondió sin dudar. – Evteev y yo fuimos al parque infantil. Los vecinos nos llamaron para decirnos que había unos muchachos cantando en voz alta y bebiendo licor. —

– Y entonces? —

– Le dijimos a los muchachos que tenían que salir del parque infantil, camarada mayor. Ya se fueron. Evteev se quedó allá un rato. Lo voy a dejar veinte minutos para que los bullangueros no vuelvan. —

– Muy bien. – El mayor le hace una discreta alabanza al teniente, pero pensando en lo que se le acaba de ocurrir. – Sabes? Métete al carro. Vienes conmigo. —

Martynov obedece y se sienta en el puesto del acompaГ±ante, adelante. Petelin lo mita, socarronamente, y le dice:

– Que? ¿El jefe lleva al subordinado? No, no. Agarra el volante. —

Cuando cambiaron de lugar, Petelin prendiГі un cigarrillo, se acomodГі en el asiento y ordenГі:

– Salgamos de la ciudad. —

– Llegó alguna llamada? – preguntó Martynov.

– Que llamada nada! Es algo privado. —

– Y la guardia que debo hacer? – cautelosamente le preguntó el teniente al jefe.

– Al diablo la guardia! La ciudad ya duerme. En Bagdad todo está tranquilo. – El mayor recordó una frase de una película conocida, se rio y agregó seriamente: – Hasta la mañana estás a mi disposición directa. —

Sin apuro salieron de la ciudad. No habГ­a iluminaciГіn ni otros autos.

– Que te pasa? ¿Estás paseando como viejito en el parque? ¡Dale! ¿Quién nos detiene? – Petelin ordenó.

Martynov subió la velocidad. El “UAZ” pasó la estación del tren Tiura-Tam y se lanzó al camino desértico en la oscuridad total.

– Adónde vamos? – preguntó el teniente.

– Como que adonde? ¿No te dije? – dijo, sinceramente, el mayor. – A la cacería de saigas! Epa! Tú todavía no has estado en esa actividad tan importante. ¡De lo que te has perdido! Pero hoy te voy a bautizar en las delicias de esa acción peligrosa. Esto es un asunto solo para hombres. ¿Te imaginas? Tú y la fiera, y nadie más, ¿quién gana? —

El teniente mirГі de reojo al asiento de atrГЎs. AhГ­ estaba el rifle.

– Nosotros, claro, tenemos un arma. – respondió a la pregunta retórica.

– Eso es. La bestia también tiene unos cuernos afilados y patas rápidas. Y aquí viene la emoción, la persecución, los disparos. Yo que te lo digo, en el momento de la caza, te sientes un verdadero macho. ¡El proveedor, como en la antigüedad! Y más aún, sabes, que agradable es, después de la caza, relajarse y saciarse con la presa, la cual, con tus propias manos se la quitaste a la naturaleza salvaje. —

AsГ­ rodaron un tiempo mГЎs por el camino desГ©rtico. Hasta que Petelin, mirando aВ los lados, ordenГі:

– Ya! ¡Cruza! —

– Hacia dónde? – pregunto Martynov, sin ver ninguna vuelta.

– Para allá. Derecho a la estepa. – El mayor movía la mano de manera imprecisa.

El “UAZ” salió del camino trillado y se hundió en la estepa nocturna, a veces, saltando por los mogotes. Petelin le dio instrucciones:

– Ahora, no corras. Ve derecho cinco kilómetros, y ahí te detienes. No pongas la luz alta, asustas a las bestias. —

Cuando recorriГі la distancia, Martynov detuvo el auto.

– Apaga el motor y la luz. – ordenó Petelin. – Ahora comienza lo más interesante. —

Martynov apagГі todo. La oscuridad y el silencio se hicieron totales en el auto. Petelin esperГі hasta que los ojos se acostumbraran aВ la oscuridad y los oГ­dos al silencio.

– Ahora, para comenzar, vamos a calentarnos un poquito. Pásame el bolso. —

– Viktor Petrovich, y como se puede cazar en la oscuridad? – preguntó Martynov mientras alcanzaba el bolso desde el asiento de atrás.

– Ahh. Pronto vas a ver. – Sonrió Petelin. El papel del experimentado le empezaba a gustar. – Te explicaré todo en la práctica. Primero, unos pasapalos. Mira lo que traje. —

Petelin alcanzó la apreciada botella “La Cazadora” y sirvió la mitad del contenido en dos tazas metálicas.

– Pero yo estoy manejando. – dijo el teniente, inseguro.

– Y yo estoy cazando! – Se carcajeó el mayor. – Asustado? Esta es una dosis infantil. Y también es una parte del ritual. Nosotros somos la policía. Representantes del poder. Quien nos va a decir algo. —

Y bebieron.

– Amarga, ¿no? Adentro se siente buena. – Petelin alabó la bebida. – Sírvete, toma, come, de lo que encuentres. – él desenvolvió algunos paquetes. – Mira, salchichón casero. Mi mujer lo preparó. También hay cebolla. Mira Andrei, debes reunirte con el grupo más frecuentemente. No solamente en el servicio, sino como ahora, para festejar. Hay que conocerse con todos. Sin eso no hay nada. —

– Por qué me dice eso Viktor Petrovich? Yo no estoy en contra. – Martynov sentía los efectos del fuerte alcohol y comía con apetito.

– Recuerdas cuando te puse la tercera estrella de teniente? Utilicé aquel caso, el año pasado, de las estudiantes ahorcadas, y declaré a tu favor, porque hiciste muy buen trabajo. Varias veces llamé a los superiores para que no olvidaran sobre tus servicios. ¿Te imaginas si yo no hubiera intervenido por ti y te hubieran olvidado?

– Ehh.., Viktor Petrovich… Yo… entiendo. Muchas gracias. – Martynov, con un pedazo de pan en la boca, miró fijamente a su superior.

– En ese momento toda la gloria fue para ti… Lástima que yo estuviera de permiso. – El mayor exhaló con tristeza. – Pero ahora no se trata de eso. Ahora somos uno. ¿Verdad? —

– Claro. – asintió el teniente.

– Bueno. Otro palito. – el mayor vertió el resto de la bebida en las tazas. – Por qué cosa brindamos? —

Andrei Martynov pensГі, y con un poco de vergГјenza, dijo:

– Viktor Petrovich, brindemos por que se cumplan nuestros deseos. —

– Eso es brindis de mujeres. Las mujeres siempre sueñan, miran para el techo y sueñan. Para el hombre, un deseo es una meta. Y uno tiene que alcanzarla. Nosotros no tenemos tiempo de soñar. ¡Hay que agarrar el toro por los cuernos! O la ternera por la cintura. – Petelin se carcajeó por la ocurrencia, se secó los ojos y, ya más serio, dijo: – Y tú, ¿que deseos tienes? —

– Bueno… yo… – Andrei murmuró tímidamente. – Yo quisiera tener un deseo y que se cumpliera, como en los cuentos. —

– Y hablas como en los cuentos. – el mayor se sonrió, pero en la oscuridad su sonrisa ebria no se notó. – Brindemos por eso. —

Chocaron las tazas y bebieron. Ese Гєltimo trago no le cayГі bien al mayor. La cabeza le dio vueltas, se sintiГі apretado, soltГі los botones en el pecho y saliГі del auto. El aire fresco aliviГі, agradablemente, su cuerpo sudoroso.

– Ya me siento bien, Andrei. – Petelin bostezó. – Epa, no nos podemos quedar dormidos. ¡Hay que ir a la pelea! Vamos a quitar el parabrisas.

Juntos destornillaron los tornillos que sostenГ­an el marco del parabrisas. En ese momento, desde la oscuridad, se oyГі un aullido profundo. Era desagradable y atemorizador.

– Que es eso? – suavemente preguntó Andrei, manteniendo la mano en alto como si dijera: “presente”.

– Quien coño sabe, – respondió Petelin, después de pensarlo un poco. – Pero no parece que fuera un lobo. Puede ser lejos y cerca. En la noche uno se confunde.

– Pero aquí hay lobos? – se sorprendió Andrei.

– Pues claro! Alguien tiene que perseguir a los saigas para que no engorden. ¡Espera! – El mayor levantó un dedo y puso atención hacia la oscuridad reinante. ¿Oyes? Cascos correteando. ¿Oyes? Esos son los saigas. ¡Seguro! Están ahí. Vamos a perseguirlos. – Gritó alegre y se metió en el carro. – Pon la luz alta y corre a toda velocidad para allá! —

El mayor seГ±alГі hacia la oscuridad y puso el rifle delante de Г©l sobre el tablero. Andrei prendiГі el motor y arrancГі violentamente.

– Corre! ¡Corre! ¡Empieza lo más interesante! – el mayor incitaba al subalterno.

Alentado por los gritos, Andrei, obedientemente, hacГ­a los cambios de velocidad. LanzГі el auto hacia adelante sin escoger camino. ВїPero de cual camino pudo haberse tratado en la estepa salvaje? La mГЎquina se sacudГ­a en la superficie desigual, ella saltaba en los mogotes invisibles y en esos momentos, Andrei, instintivamente, querГ­a aplicar los frenos. Pero el mayor lo alentaba con gritos emocionados:

– Pisa el acelerador hasta el fondo! ¡Alcancémoslos! —

PequeГ±os matorrales latigueaban la carrocerГ­a para despuГ©s desaparecer bajo las ruedas. Piedrecitas golpeaban la parte baja del automГіvil, los amortiguadores sufrГ­an y el volante temblaba y hacГ­a temblar aВ Andrei. El presionaba fuertemente el pedal de la gasolina, agarraba con dureza el volante y trataba, con todas sus fuerzas, de mantener el auto en lГ­nea recta. Ni siquiera trataba de esquivar mogotes y arbustos. AВ esa velocidad, temГ­a no controlar el auto. Como estaban sin parabrisas, el viento, en ocasiones, era fuerte y frГ­o y latigueaba el rostro. Las olas de aire penetraban por las mangas de la chaqueta y por cualquier abertura que hubiera en la ropa. Algunas veces le parecГ­a aВ Andrei que Г©l iba completamente desnudo. QuerГ­a cubrirse del viento y abotonarse, pero soltar los dedos del volante saltarГ­n, no podГ­a.

El mayor, quien ya estaba borracho, dio un grito de euforia y enseguida sonaron dos tiros. Andrei, del susto, se apartГі. El auto se inclinГі aВ la izquierda poniendo las ruedas del lado derecho en el aire.

– Mantén el volante! – gritó el mayor, disgustado. – Persíguelos. – y señaló hacia la derecha.

Y, de repente, Andrei vio, aВ la luz de los faros, las patas traseras de muchos animales. El rebaГ±o de saigas estaba directamente ante Г©l, como si el rayo de luz le mostrara el camino. Las cabezas de los saigas no se veГ­an, solo sus patas, coronadas con gruesas ancas, que subГ­an y bajaban, subГ­an y bajaban. Los tontos animales ni siquiera trataban de apartarse. Estaban acostumbrados aВ alejarse de los peligros naturales aВ punta de velocidad. Pero el auto, indiferente, los alcanzГі rГЎpido.

Los innumerables guijarros que levantaban los saigas golpeaban duramente aВ Andrei en la cara. Cerraba los ojos llorosos e iba casi al azar.

El mayor recargГі el rifle y, sin apuntar, disparГі hacia adelante. Uno de los saigas, como si se hubiera tropezado, cayГі de lado arrastrГЎndose sobre la tierra y levantando una columna de polvo. El carro, con un crujido, le pasГі por encima.

– No te detengas! ¡Lo recogemos después! – gritó emocionado el mayor y continuó los disparos a los animales.

El ruido de las costillas rotas bajo las ruedas le hizo sentir aВ Andrei algo desagradable hasta en el mismo corazГіn, pero Г©l, obedientemente, continuГі acelerando el auto. El carro ya habГ­a alcanzado el rebaГ±o y, prГЎcticamente ya iba en el medio de ellos. El aire ya estaba saturado del olor aВ sudor de cuero. Adelante, los animales caГ­an, ya sea por los disparos, ya sea por el cansancio y caГ­an dando volteretas rompiГ©ndose el cuello. AВ veces bajo las ruedas. Cuantos habГ­an caГ­do, ya Andrei no podГ­a decirlo. Cada obstГЎculo vivo y rotura de huesos le daba aВ Andrei un nuevo choque de dolor en las sienes.




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notes


Примечания





1


Nota del traductor: UAZ – Fábrica de automóviles de Ulianovsk, Rusia, por sus siglas en ruso.




2


Nota del traductor: Sasha es el apodo familiar de los llamados Alexander.




3


Nota del traductor: Del francés: préférence— Un juego de cartas originario de Rusia.




4


Nota del traductor: Del árabe: Shaitan – el diablo.




5


Nota del traductor: PCUS: Partido Comunista de la UniГіn SoviГ©tica.




6


Nota del traductor: Samovar— tetera rusa característica.




7


Nota del traductor: Saiga— Una especie de antílope de la estepa centro asiática.



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